cuando el sol las quema
y a beber agua salada en los naufragios.
A todos mis demonios interiores
los bauticé en las aguas
más impuras que encontré
para que no perdieran
el olor a azufre.
De vez en cuando, los saco de paseo
y converso con ellos
para no hablar solo
-no tengo la esperanza
de hablar a Dios un día-.
Cuando vuelven a sus cuevas,
yo procuro salir
a navegar de nuevo o a volar
libre ya del temor
a que ardan mis alas
o al naufragio.
©Santiago Pérez Merlo
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