Noches oscuras

Ya no veo la luna. 
No puedo adivinar sus fases.
Un macizo de estériles nubes
-blancas, negras, grises, 
compactas como rocas-
que ni tan siquiera dejan agua
(igual que a mí se me olvidó llorar),
la mantienen oculta. 

Ya no veo si es nueva y está 
escondida en algún otro rincón del universo
o bajo el mar
esperando a renacer.
No veo si está creciendo, 
llenándose de vida para irnos mostrando, 
lentamente, 
su esperanza de luz.
Ya no veo si está llena 
y podría tal vez iluminar mi insomnio.
No veo si está menguando,
haciéndose pequeña sin perder 
su presencia inmortal en mis sueños. 

Por supuesto, no veo
su otra cara: esa 
que nunca deja ver, que nadie vio…
pero que yo un día creí intuir, 
cuando pensaba que podía 
volar junto a ella
y abrazarla hasta el alba. 

Tempus fugit

Nos consolamos diciendo 
que el tiempo todo lo cura, 
cuando es la mayor de las mentiras:
cuentos infantiles para engañarnos 
a nosotros mismos. 
El tiempo, que desgasta cuanto toca, 
se lleva a quienes fueron 
amigos del alma, se lleva
los amores que fueron inmortales.
El tiempo marchita las flores, 
aleja la luna, despedaza
las hojas de los calendarios. 
El tiempo, 
desde el mismo momento en que nacemos,
nos conduce a la muerte. 

Pero, hoy, estamos vivos. 
Y lo demás no importa.

Legado

Nuestros nietos no hablarán de nosotros.
Nuestros hijos no les habrán contado 
nada de lo que incluso para ellos será 
una sombra esquiva de un tiempo
que apenas si recuerdan. 
No tendremos una estatua de bronce 
en un banco del parque:
nunca fuimos amantes ilustres. 
Sólo una historia más, una de tantas
de las que nadie guarda en la memoria. 
Quizá, como mucho, encuentren
algún día algún poema,
unos versos que no comprenderán 
y olvidarán también
sin saber que ahí, en esas pocas letras,
latieron un día un par de corazones 
y se vivieron dos vidas que se creyeron una…
Pero sólo quedaron dos olvidos.  

Eutanasia pasiva

Te vas dejando morir
sin apenas saberlo. 
Vas dejando que se apague 
la última luz
y te digo palabras que no escuchas;
te acaricio las manos y no sientes
el calor de las mías. 
No despiertas mientras yo
no puedo conciliar el sueño: 
imposible encontrarnos. 
A veces, al verte sin mirarte,
dudo de quién es 
cada uno: quién es el vivo,
quién es quien lentamente muere,
qué línea que dibuja un infinito
nos separa;
qué estrella ha dejado de brillar
sin apenas darnos cuenta
(también ella murió 
hace ya muchos años).
Nadie me responde. 

Reflejo

Sigue ahí, con tu sonrisa boba, 
fingiendo que no pasa nada, 
que todo está bien, 
que se puede reír uno de la vida 
y escribir (absurdos) poemas de amor
que nadie comprende: sólo tú tienes
esa extraña y pasada de moda,
irrenunciable forma de querer. 
Arriba los símbolos y las palabras 
que no dicen nada a nadie, 
mucho menos si son la verdad.
Qué sabrá el mundo de lo más 
hondo de una metáfora tuya. 
Huye de la vida sin desear la muerte,
eso nunca, por más que te ronde. 
Corre, vuela, sueña, sé libre o eso
que tú llamas libertad. 

Pero no olvides que yo sigo aquí, 
en este otro lado del espejo. 

Votos

Llevo setenta y dos horas
sin casi despegar 
los labios, ya no hablo 
sino a quien conmigo va.
Sólo he pronunciado un par de veces 
el nombre de mi perro,
que viene alegre a buscar mi caricia. 
Podría hacer un voto de silencio
-y de castidad, ahora que lo pienso-.
Lástima que la obediencia 
nunca haya sido mi fuerte, si no,
podría incluso alcanzar la salvación. 
Aunque, pensándolo bien, 
¿de qué o de quién querría salvarme?


Solo

Porque la incoercible desesperanza manda, 
cuando la soledad no admite ilusiones futuras.”
                                                          (Ida Vitale)


No es cierto. Os equivocáis.
No vine aquí para estar solo:
solo ya estaba antes, lo mismo que lo estoy 
ahora. 
Porque solo -tal como yo entiendo
la palabra soledad-
estoy también cuando estoy con vosotros
(por más que aprecie vuestra compañía).
Solo me levanto y solo me acuesto 
aunque esté en el camarote 
de los Hermanos Marx. 
Solo cocino y desayuno, como
y ceno e incluso meriendo algunos días.
Solo en los cafés y en los museos,
en el metro, en el coche, paseando.
Pero, ¿sabéis una cosa?
También la soledad puede ser
una agradable compañía…

(O quizá lo diga sólo para que ella 
no me abandone también.)

La voz de las estrellas

Sólo se oye el crepitar 

de los leños en la chimenea.

No hay vecinos, no se escucha 

ningún televisor, nada de voces, 

ni de música, ni coches: nada.


En el exterior, también las aves

hace tiempo que callaron.

Ni siquiera una leve brisa mece

-haciendo sonar- las hojas 

de los árboles cercanos.


Sólo oigo mi voz interior. Y procuro acallarla. 

El silencio es tan puro 

que me parece oír 

la voz de las estrellas, la danza 

de la luna menguante. 

Creo incluso que 

una estrella me ha hablado…

¿Adivinas cuál? 

Ayer

Se puede huir de casi todo.
Menos del pasado.
Puedes huir del presente y del futuro: 
ahí están las drogas, el suicidio…
Pero no puedes renunciar 
a lo que fuiste, a lo que 
te dejaron ser en no pocas ocasiones…
a lo que te obligaron en otras. 
Pero fuiste: el pretérito eres tú
-perfecto o imperfecto-, por mucho
que no quieras volver la vista atrás. 
No importa que no mires,
sigue ahí: ahora ya es pasado;
mañana, no es seguro. 

Pero ayer amaste.
Y antesdeayer. Puedes
tratar de olvidarlo: es inútil. 
Siempre habrá alguien que te lo recuerde.  
Y no podrás huir.  

“Tal vez soñar”

Si no soy protagonista de tus sueños,
¿cómo querer serlo de tus pesadillas? 
No huyas, nadie te persigue. 
Y no vas a caerte por ese terraplén.
Mejor vuelve al prado, a la calma.
Mira la gran montaña desde la lejanía. 
Llénate de la espuma del mar,
del olor a salitre. Siente 
la calidez de la arena 
bajo el peso de tu andar acompasado. 
Vuela junto a los albatros y las gaviotas 
y olvídate del canario en su jaula de oro. 
Y sueña sin miedo. 
Alguien velará por ti. Todavía. 

Amnesia

No puedo desprenderme de mis recuerdos.
Trato de maquillarlos, de disfrazarlos
con máscaras histriónicas 
para que no duelan.
Pero es inútil.
Vuelven una y otra vez, sea
despierto o en sueños 
con su preciosa y cruda nitidez. 
Y recuerdo cada día, cada instante,
cada caricia, cada beso,
cada preocupación, cada pelea…
Lo poco que haya olvidado, no lo sé. 
Así que me resigno a vivir con ellos
hasta que alguien invente 
pastillas para la amnesia selectiva. 

Vacío

Es un pequeño salto.
Unas cuantas palabras 
en las que no crees. 
Un verso que no recuerdas.
Un poema, una canción
 que no puedes 
dejar de repetir. 
Un puñado de fotografías 
que ya habrán empezado 
a amarillear. 
Una fórmula mágica que esta vez
tampoco servirá para volar. 
Así que ahí están:
el precipicio, el vértigo 
que acabará pasando. 
               
El vacío.