Cuántas cosas quedan siempre
sin decir cuando uno
decide despedirse.
Recuerdas que debías haber dicho…,
que no entendiste bien…,
que quedó sin explicar…
Piensas que mejor sería escribir…
Pero ¿sabes? No has
de decir nada, ni siquiera adiós:
el tiempo es la respuesta
incluso a las preguntas
que no llegaste a hacer; el tiempo
-y no tú, si acaso lo creíste-
es quien conoce todos los porqués.