(más) Nudos

Se enreda como los hilos 

en los dedos inexpertos

de la niña que aprende a tejer 

imitando a su abuela;

como las cadenas y los abalorios 

que llevamos al cuello 

en las noches de sudor y pesadillas.

 

Hacen falta dedos 

experimentados u oficio de orfebre 

y, aún así, cuántas veces el nudo

no se deshace, al contrario: 

se estrangula y se aferra a sí mismo

y nos ahoga…


Y hay que cortar o aprender 

a vivir ennudeciendo.

Desde Despeñaperros

Y de repente el mar

ya no es azul: es 

verde y no danzan las medusas,

aunque danzaran aquí 

cuando la tierra 

era sólo 

una única tierra.

Las piedras ya no ocultan 

erizos ni bivalvos

sino ceniza y versos

camino de Soria 

y de Colliure…

y de la muerte.

El faro es ahora un olmo

que no guía navegantes 

sino estrellas.

Sólo la mirada es 

-y no estamos seguros

de ser siempre nosotros- 

la misma mirada. 

Tiempos muertos

(Está aquí 

ahora 

y de pronto 

ya no es.)


Una aguja 

del reloj 

avanza, dice que sí y la otra 

se para,

indecisa: al tictac 

no le sigue el golpe seco 

del minuto. Y no hay horas.


Se arrancan los días 

y crecen los meses 

en el almanaque; los años

siguen saltando 

                             sin paracaídas.


¿Dónde están esos minutos

y esos días, esos años

en que la vida

pareció detenerse 

pero no estábamos seguros

de haber muerto?

Agua

Llevo el mar -todos 
los mares- tatuado en el cuerpo 
y el salitre oxidando los goznes 
del poema. 
Cada mar -todos
los mares- dejó una herida 
y un remedio curando 
las palabras.
Todos los mares -un único 
mar- se van para volver 
como yo vuelvo 
a escribir en la espuma
versos leves como agua.

Mares

Trae el mar en calma,
con apenas olas,
el deletreo suave de tu nombre.

Atrae, sí, el ruido y la furia 
de los acantilados donde rompen 
otras aguas impetuosas…
pero encierran ecos
de pecios hundidos 
y naufragios.

Y este mar océano es
el mismo mar y siempre 
distinto y no deja ver 
-ni falta que hace- 
el horizonte pero me susurra 
tu voz y me adormece 
en los brazos templados 
con los que tú me acoges. 

Cumpleaños

Del sueño de ayer
hace varios meses.
De ese momento 
que acabas de revivir
pasó ya más de un lustro.
De lo que ocurrió 
veinte años atrás 
hace treinta en realidad…
El pasado se vuelve borroso,
como se recuerda 
al despertar, en una nebulosa,
la noche de ayer: 
la mente confundida y la lengua 
imprecisa para describir incluso 
lo recién soñado.
El hilo del relato desacata
al ovillo del tiempo: 
se enreda y se devana
dejando alguna hebra 
suelta , un nudo, un 
qué pasó en realidad,
dónde los veinte años, los cuarenta…
para llegar -hoy- a un pasado más 
y a un futuro menos 
que tener presentes.