Uno

“Uno está tan solo en su dolor...”
(E.S. Discépolo)

Uno pasea por el bosque 
pero se detiene sólo 
ante un árbol. Y lo observa,
no lo riega ni lo abraza:
es un árbol libre. 
Uno sólo lo mira:
ve sus ramas elevarse,
las hojas que quedan 
y las que se caen,
las raíces con las que tropieza
y las que no ve. 
Uno sabe que ese es su árbol, 
precisamente porque no es suyo. 
Uno sabe que es de sí mismo,
orgulloso en mitad del bosque. 
Uno se aleja sabiendo 
que volverá a buscar 
su sombra, su cobijo.
Y trata de contar sus años, 
pero jamás cortaría su tronco 
para ver sus anillos. 

Luces

Otros persiguen sin hallarla
una luz, un foco que les ilumine.
Yo miro el faro 
desde la distancia y veo
pasar su haz mostrándome el mar
y el acantilado.
A mí no me roza. 

Yo busco otra luz.
Más adentro.
Dentro de algo que no sea
“tú” o “yo”. 
Llegará. 
Tal vez. 

Nieve

Sigue ahí la montaña de nieve,
ahora negra,
como esos recuerdos 
que se niegan a diluirse
y se tornan cada vez más oscuros.
Llueve y hay un viento helado
que trata de llevárselo todo. 
Pero sigue ahí: 
recordándote quién eres. 

Algún día, la nieve
volverá a ser blanca. 

Epitafio

Murió. Vivió 
como quiso.
O como pudo.
O como le dejaron. 
De nada se arrepiente.
O sí, pero no importa ya. 

Algunos le llamaron Amor.
Y tuvo muchos otros nombres:
Celos, Pasión, Recuerdo, Olvido,
Prosa, Poesía, Música, Danza,
Sombra, Luz, Océano, Infierno,
Abrazo, Distancia, Familia, Ausencia, Envidia...
Y Árbol, Bosque, Desierto: 
no caben en un poema. 

A él le gustaba más el nombre 
Nadie. 

Guerrero inútil

Cota de malla, armadura.
Que no se claven
la lanza ni la espada.
Que no alcancen las flechas.
Picar espuelas y escapar 
de la batalla 
que pudiera otorgarnos la gloria
o la muerte. 
No sentir el dolor. 

Descabalgo. Arranco
una flor.
Y lloro frente al mar
dejando atrás tantas justas  perdidas.
El dolor siempre duele. 
El amor siempre ama. 

Velamen

El barco se aleja de mi orilla.
No puedo gobernarlo.
Tiene su propio timón.
La vista -ni con catalejo-
no me permite vislumbrar la playa:
sólo veo la estela, la distancia. 
Se apaga.
Yo me apago. 

¿Cuándo se podrá ver 
lo que sí, lo que no?
¿Cuándo el espejo del mar
evitará el engaño del cerebro? 

¿Cuándo se pondrá el sol
y en qué horizonte? 

¿Cuándo amanecerá...
si es que amanece? 


Lector

No leo con mis ojos.
Leo con los ojos 
de alguien que no está,
que no soy yo.
Pero esos ojos 
son los que me alumbran,
los que no tienen vista cansada,
ni astigmatismo.
Son los ojos 
que me enseñaron la poesía. 
Para todo lo demás,
estoy ciego.

Flâneur

Soy lo que soy.
Sirvo para lo que sirvo.
Para nada más. 
Y no valgo para muchas cosas.
En realidad, no sé si sirvo para algo
o sólo me paseo por el mundo
dejando que el mundo pasee bajo mis pies.
Quizá no sea poco:
pasear y girar.
Hasta que el tiempo acabe
y no haya que preocuparse  
por ninguna utilidad, 
ni un paso más. 
El mundo seguirá girando. 

Mentiras

El espejo sólo miente 
cuando no estás delante.
O cuando, ante ti,
hay un ente más grande 
que te tapa sin que tú lo veas.


El poema sólo miente
cuando el poeta miente.
Y a este lado del espejo 
y del poema 
nos creemos el engaño.


Esa es la gran mentira. 
Pero no es culpa del espejo.
Ni del poema.