La criatura


Lo encontraron en un claro del bosque y su extraño color y su forma difusa, su incomprensible idioma, les atemorizaba. Se acercaban recelosos y la extraña criatura se escondía. Fueron perdiendo el miedo: “Veamos si es verdad que resiste los golpes” –gritaban- y se ensañaban con él, le apedreaban, le lanzaron incluso flechas, dardos,
llegaron a quemarle con teas y a arrojarle a las aguas heladas de un lago cercano.
Pero sobrevivía. “Veamos si es verdad –dijo una voz más alta- que es más fuerte que el miedo”: le vendaron los ojos, le abandonaron en lo más profundo del bosque más profundo… Y volvió a salir al claro.
Poco a poco, se olvidaron de él. Incluso las cuatro almas sensibles -un músico, un poeta, un joven aprendiz y una pintora- que le llevaban mantas, algo de agua y comida a hurtadillas del resto, decidieron dejar de hacerlo un día. “Necesita valerse por sí mismo, crecer, hacerse fuerte… Y además necesita descansar, estar a solas. Dejémosle 
dormir” –aseguraron. 
Al día siguiente estaba muerto.

©Santiago Pérez Merlo

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