Una vez, conocí a un poeta
que se preciaba de serlo.
Y cuanto más se preciaba,
menos poeta era.
Y conocí a dos poetisas
(aunque sea palabra maldita)
que siempre negaron serlo.
Y cuanto más se negaban,
más poetisas (o poetas) eran.
Una vez, conocí a un gato
(Ícaro, se llamaba)
que se creía tigre y cazaba mariposas.
Y conocí a un perro
(Cholo era su nombre)
que se creía lobo y aullaba
siempre al alba y al resto de animales.
Y una vez vi en el espejo
a un fantasma
que se creía un hombre.