Y de repente el mar
ya no es azul: es
verde y no danzan las medusas,
aunque danzaran aquí
cuando la tierra
era sólo
una única tierra.
Las piedras ya no ocultan
erizos ni bivalvos
sino ceniza y versos
camino de Soria
y de Colliure…
y de la muerte.
El faro es ahora un olmo
que no guía navegantes
sino estrellas.
Sólo la mirada es
-y no estamos seguros
de ser siempre nosotros-
la misma mirada.
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