Un simple beso, un hijo, una naranja
que rueda por el suelo y se detiene
junto al brocal de un pozo.
Una tela de araña que pende en un rincón
mientras se está tejiendo
y una mosca que acude temerosa
y a un tiempo hipnotizada.
Una mariposa que aletea feliz
junto a una flor silvestre.
Un vencejo que vuela haciendo fintas
en torno al campanario donde una cigüeña
vigila su nido y contempla allí abajo
el balón tras el que corre la jauría de niños.
Un sentimiento puro, un destello
complejo y sencillo como el ser humano:
El amor. La vida.
La verdad, porque amamos, de estar vivos.
No en los astros ni el firmamento azul
y quieto, inerte -gracias, Manolo:
"inútil escrutar tan alto cielo"-.
Sólo en la vida escucho
la poesía.
©Santiago Pérez Merlo