Los tres monos

No eran tan sabios
Mizaru, Kikazaru e Iwazar.
No ver no es una opción.
No oír es imposible a veces. 
Y aunque no fuera así,
la sabiduría se expresa
en lo contrario:
los ojos,
              bien abiertos;
los oídos,
                alerta. 
La boca, eso sí,
                         siempre cerrada. 

La mano

Dejas tu mano indolente en mi regazo 
y así te quedas dormida,
con el roce de la mía que no sueltas,
aferrada en tu sueño
como una niña ante el peligro
que sólo ella ve. 
Descansa: no me voy...
Y si en mi propio sueño lo  hiciera, 
volveré.
Tal vez tú no lo sabes, pero yo 
también necesito esa mano
que me cruza la calzada 
de la vigilia al sueño
y de allá al despertar.

¿Qué es el amor?

Dicen que es intangible el amor,
que no tiene forma ni rostro;
que son invenciones 
los mofletes y las alas de Cupido,
la belleza de Afrodita...
Y por supuesto lo son. 

Pero ellos no te tocan, 
no te saben, no te ven. 
Imposible que sepan 
que el amor
                   eres tú. 

Mariano

Me ha costado pero voy
asimilando tu adiós 
y te veo marchar 
moviéndote despacio,
el cuerpo acompasado 
de los pies al inmortal sombrero,
a medio camino 
entre el dandy y el bohemio.
Tu chaqueta gastada y los zapatos
que apenas te sostienen.
Y tu mirada azul por la que escapan
los versos que los ojos capturaron a su vez.
Tu corazón enorme, tu bondad,
-“en el buen sentido de la palabra bueno”-.
Ya te han dicho muchas veces adiós
y te han dado los abrazos que antes te negaron.
El mío me lo guardo.
Ya no te lo daré 
porque tú y yo sabemos
que no hay más vida que esta:
esa a la que arrancamos
alguna confidencia, algún poema
y un puñado de risas.
La vida que abandonas,
la muerte que te acoge
y se cala tu sombrero.
La muerte que nos dejas,
la vida un poco menos vida, hoy,
la cabeza desnuda. 

Voces

No escuches esa voz
que clama desde la caverna. 
Te habla de su oscuridad 
porque no ve la luz.
Pero tú sabes 
que es el sol y no la sombra
el que guía tus (aún) 
indecisos pasos por el mundo. 
Y sí, el camino es largo 
y tortuoso.
Y a veces pesa la mochila 
y te duelen los pies. 
Pero el bosque, la playa,
te están esperando:
quieren compartir 
el rumor de sus hojas,
el canto de las mareas
con tu risa.