Poesía (final)

Tú me diste y tú me quitaste
las ganas de escribir.
Tú me mostraste tu lado seductor,
lisonjera dama de compañía 
en noches de soledad,
y me acunaste con tus brazos de aire. 
Después me ninguneaste:
tachaste sin consideración 
cada uno de los versos escritos y leídos 
y dejaste de vigilar el trazo de mi lápiz 
sobre la cara oculta de la marea.
No te gustó mi verdad: es más fácil 
la mentira agradable a los oídos.

Muérete, pues, en los brazos 
de quienes te susurren, 
aunque sean soplido sus palabras…
Y deja que yo siga con mi grito
viviendo mi prosaica vida de bufón. 

Como aire

“… todo es del viento
y el viento es aire
siempre de viaje…” 
                   (Octavio Paz)


Como el viento que pasa entre las ramas 
de algún árbol:
así pasa mucha gente por mi vida,
dejando apenas un ligero soplo
y un leve temblor
de alguna hoja.

Así mismo paso yo
-que soy viento a mi vez-
por la vida de otros: 
haciendo como mucho 
temblar alguna hoja
 o haciéndola caer sin darme cuenta
(y le pido perdón si le hice daño).

Así pasa la vida
entre soplos, temblores,
alguna que otra muerte…
Y admirando el prodigio
de seguros brotes nuevos.