Blues

Un viejo coche 
con el carburador averiado.
Unas botas gastadas,
una ajada mochila de cuero.
Cualquier motel 
en cualquier parte 
donde nadie me espera.
Pero que haya mar.
Y un acantilado.
Viajar solo.
Como un blues
que nadie canta ya,
que yo sigo cantando 
aunque haya perdido la voz 
y no sepa ni coger una guitarra. 
El querido, viejo blues 
de la querida, vieja soledad.

Senderos

Quise llegar 
donde da la vuelta el mundo,
donde todo es del revés.
Y no supe: 
nunca aprendí a volar,
ni a navegar. 
Sólo sé caminar sintiendo el peso 
de mi cuerpo en la tierra.
Ni a echar raíces aspiré nunca.
Y así no se llega a ningún sitio. 
Camino errabundo...
¿qué otra forma hay de caminar?

Campanilla

¿Qué te ha pasado?
¿Qué ha sido de ti? 
¿En qué oscuro laberinto 
te perdiste? 
Campanilla se ha muerto.
Yo no puedo salir de la cueva. 
Y nada importa ya. 
Me ibas a salvar. 
Y te has condenado. 

Películas

Yo no subiré a ese avión.
E Ilsa Laszlo murió 
en Casablanca 
o en un puerto parecido.
No abandonarás tu vuelo.
No lo hagas. Esto no es 
una comedia romántica. 
Ni un drama.
Es la vida. Sin más.
La que tú has elegido.
Yo sólo fui la cometa
mecida por la niña
que no sabía sostener a un tiempo
su pelo y el cordel.
Y echaba la culpa al viento.
Ojalá que te vaya bonito.

Fariseos

Yo también 
fui uno de vosotros:
uno más de los muertos
caminando entre vivos,
con las cuencas vacías 
y los egos hinchados;
máscaras de carnaval
invitadas a una fiesta sin disfraces; 
deslumbrados por focos de papel
que semejan luminarias 
y arden en el fuego de la falsedad. 
Yo también conocí
esa realidad ficticia 
en la que los monstruos 
danzaban con las hadas... 
sin haber pisado el cuento: 
sin conocer ni a los unos ni a las otras.

Un día despertareis.
Y ya no tendréis nada.
Y yo estaré muerto, pero
con una risa canalla, cínica  
entre los labios. 

Vivir

       “La vida es lo que tú tocas.”
        (Pedro Salinas)

“Vive” -dices-, amor,
y se te olvida 
que vivir no es respirar,
ni comer o dormir, 
pasear por el bosque, navegar.
Se te olvida
que la vida no se encuentra
en ningún libro, ni en un cuadro...
mucho menos en algún poema 
                                               mío 
(lo lea quien lo lea).
La vida es otra cosa.
La vida sin amor 
(y, entre otros amores, 
sabes qué estoy diciendo)
es una muerte lenta. 

¿Para qué?

¿De qué sirve mirar 
si no ves nada?
¿De qué sirve el olfato 
sumergido en el mar? 
¿De qué sirve hablar 
cuando nadie te escucha? 
¿De qué sirven las palabras, la música
si no rompen el silencio? 
¿De qué sirve llamar 
a las puertas del cielo
si es el infierno quien responde?

¿De qué sirve el amor
si no hay nadie a tu lado? 
¿De qué sirve que no importe estar solo
si todo es soledad? 

Metasueño

Iba a contarte
que hacía menos frío esta noche,
hasta que ha llegado el frío.
Iba a decirte que he logrado ver
esa pequeña estrella
(¿Betelgeuse se llamaba?)
que tú me enseñaste,
pero enseguida la tapó una nube.
Iba a explicarte mi último sueño
(¿o fue una pesadilla?),
pero he recordado 
que me quedé dormido
y entonces sí aparecías.
E iba a preguntarte tantas cosas
que ya casi no me acuerdo de ninguna...

Por supuesto, iba a cubrirte de besos
y a prepararte después el desayuno.
Pero entonces, sí que me he despertado
en medio de esta noche fría.

El secreto

El hombre amargado
porque no era famoso
(la fama es lo importante)
entraba en la tienda,
colgaba su traje 
y salía a la calle sin rostro.
El hombre amargado
porque era famoso
(las fans le perseguían)
entraba en la tienda,
colgaba su traje 
y salía a la calle sin cara. 

El hombre poderoso,
el pobre hombre,
el filósofo, el juez,
el mago, el payaso, el profesor,
el juerguista y el lobo estepario...
Uno por uno, entraban en la tienda 
y salían sin ser nadie,
o sin saber quiénes eran.
Y eran grises y feos igual que con sus ropas,
pero ahora además eran todos iguales.

Lo mismo las mujeres. 

A lo lejos, sólo un hombre es de colores.
Y va de la mano
de una mujer que brilla. 
¿Qué les ha hecho así? 
No lo dicen. Se guardan 
                                      el secreto. 

Interiores

Dentro de mí duermen juntos 
el eterno vago y el incansable buscador 
de oro entre las ruinas;
el león y el ratón 
(¿de quién será la cola?, 
¿de quién la cabeza?);
el mar en calma y la montaña 
altiva.
En lo más hondo de mí 
danzan, juegan, gritan, saltan 
el borracho y el abstemio,
el cura y el hereje,
el niño y el anciano,
la presa y el cazador...
El hombre y el poeta. 

A veces se pelean.
O me obligan a darme la vuelta,
retorcerme hacia dentro 
y poner orden:
castigarlos nunca. 
Bastante tienen ya 
con vivir en esta cárcel. 

Vacío

¿Dónde estoy? ¿Quién 
soy para quién? ¿Quién soy
para mí mismo?
¿Existimos si no es para otros?, 
Si no hay un tú, un vosotros, ellos,
¿quién es yo?
Vacío. Eterno e infinito
vacío. 

La isla del tesoro

Como un bucanero de película antigua 
conservo con celo 
el mapa de la isla
que alberga el más preciado
de todos los tesoros:
tú corazón que late
(si cabe, con más fuerza
cuando yo lo visito).
Ya conozco 
de memoria el lugar 
marcado por dos aspas y aún así 
tengo miedo de perderme.
Después, me voy de nuevo 
a recorrer los mares.
Pero regresaré. Siempre regreso.
Mi propio corazón 
necesita tu latido.