Quijote

No os preocupéis por ese

caballero de triste figura 

que ha sido devorado 

por el buen Sancho Panza.

No está loco, sólo finge: 

hace tiempo que supo 

que no existen los gigantes,

que siempre fueron molinos 

contra quienes luchaba. 

Hace tiempo que no cree 

en Amadís ni en ensalmos. 

Distingue perfectamente 

la realidad del deseo; la vida,

de la literatura. 

Sabe que es mejor 

dormir que velar armas

porque a nadie le importa

su desvelo. 

Pero sigue cabalgando porque el mundo 

necesita creer que aún hay locos 

para pensar 

que ellos son los cuerdos.

La misma noche

Otro sueño que se esfuma 

como suelen hacerlo 

en cada despertar.

Da igual 

si recuerdas o no 

lo que soñaste: más irreal

cuanto más feliz fuera.

Ya no puedes volar,

ya no puedes 

reproducir la risa, la caricia,

ese paisaje intuido 

que no sabes de dónde emergió 

en plena oscuridad. 


Sólo las pesadillas permanecen.

No es ahí

No es ahí. Lo sabes

pero no te mueves.

No es donde están sólo 

quienes te necesitan; 

no es donde el chantaje 

es la única moneda 

de curso legal. 

No es donde el timbre no suena 

si eres tú el que llama.

No es donde las sonrisas 

esconden la cara triste 

de un payaso a medio maquillar:

no es donde la mentira,

por muy piadosa que sea. 

No es donde las alas 

son atributo exclusivo de las aves.

No es donde la madriguera 

del conejo blanco 

está cerrada por desahucio 

y el país de Oz 

está en guerra con Nunca Jamás.

No es en la isla en la que no queda 

ni rastro de piratas ni

hay mapas que señalen el tesoro. 

No es donde el miedo

y la soledad 

están celebrando otro aniversario.


¿Y dónde es?, -te preguntas.

Lo sabes. Es allá, allá lejos:

allí donde mirar 

hace daño en los ojos 

y en el alma… donde quizás 

aún no has estado nunca,

pero ya lo extrañas.


Flores pasajeras

Ya se le han vuelto a caer 

las flores a los almendros. 

Otra primavera

amenaza con llegar 

y, detrás, otro verano 

y otro otoño… Y, así, 

se nos pasan los años

como diminutas flores 

que se lleva el viento…

Justo cuando parecía 

que estaba terminando el frío. 

Enfermedad

Yo podría ser

ese hombre que arrastra los pies,

que tarda un infinito en recorrer los metros

que separan su coche 

de un pasajero alivio en otras manos.

Podría ser 

aquel otro que no es capaz 

de sostener un lápiz;

o aquel que no puede 

coger una cuchara e incluso ese que,

por más que lucha contra su garganta, 

no acierta a pronunciar lo que quisiera. 

Y por qué no ser 

ese otro que sirve de apoyo, 

mucho más que una muleta, 

a esa mujer que camina 

a pasitos muy cortos y muy lentos;

la acompaña tan solo con cariño: 

en esos pasos vive la ternura.


Pero yo no soy ellos.

Yo estoy terrible, alegremente sano,

sin daños (aparentes).

Y tampoco nadie

-¿quién iba a ser tan tonto?-

necesita la ayuda de un mal enfermero.

Primavera

Una nube negra; otra

bajada de temperaturas;

una lluvia casi falsa, 

hecha de finas gotas 

que acaban empapando 

tanto como una tormenta. 

Vientos fuertes de no sé qué componente

que arrasan cuanto encuentran

a su paso e impiden caminar: 

te frenan o te empujan a su antojo.

Todo revuelto en un mismo instante 

que desconcierta incluso al cielo. 


Y de pronto un sol que brilla,

abrigos y embozos

que desaparecen: luz, calor,

júbilo, sonrisas 

infantiles, miradas que buscan

lunas llenas en un cielo claro…

Que vuelve a oscurecerse, 

a cerrarse en nubes 

densas como mentiras,

como miedos o dolores de cabeza. 

De vuelta a casa, esconderse, 

buscar el calor 

artificial… 


Era un espejismo: aún 

no es primavera. 

Tópicos

Un libro, un buen libro: 

ha de ser uno bueno,

sesudo a ser posible. 

La luz justa, un cigarrillo, 

una taza de café.

Una música suave,

unas arias de Callas tal vez

a no mucho volumen. 

Sólo le falta el mar… 


“El mar”, dice… 

pobre idiota. 

Borrador

Seguro que incluye un verbo,

un sustantivo y quizás

un nombre propio. 

Adjetivos, adverbios y promesas,

solo los necesarios. 

Tal vez una disculpa o un cumplido,

un par de palabras 

de amor

mejor que los reproches. 

Algo así… no lo sé: 

aún no he decidido 

qué debería decir en el poema

que trato inútilmente de escribir.

Heraldo

Siempre acaba por haber 

una razón, pero la luz, 

cuando se enciende,

ya no brilla como debería:

no se disipa la niebla 

que se instaló más adentro.

La luz se ha encendido fuera, sí:

la noticia, el hallazgo 

-normalmente funestos, además-

aclaran pero no alumbran.

Permanece la sombra,

la tristeza anterior 

que no borra la tristeza nueva. 

El heraldo llegó tarde

y su anuncio 

advertía del pasado.

Retiro

Cierra las ventanas, atranca

las puertas que no entren 

ruido, luz, sombra, silencio 

si vienen envueltos en la muchedumbre.

La voz pequeña, el destello,

el verso fugaz, el suspiro caben 

por esa rendija.


Tú decides ahora 

si prefieres estar dentro o fuera. 

Antes de carnaval

Te disfrazas otra vez de ausencia

y de pronto tu cuerpo ya no está

tendido en el sofá ni erguido 

retocándose el pelo en el espejo.

En la cama hay un rastro de calor y nada

encuentro a mi regreso del trabajo.

No hay brazos que me abracen

ni labios que besen, que digan mi nombre;

no hay piernas enlazadas con las mías;

no hay nariz, manos, nuca…

Sin embargo, no me engaña tu traje

de mujer invisible y huelo tu perfume y siento 

el ruido amortiguado de tus pasos.


Pero no puedo tocarte…

No me gusta ese disfraz, 

quítatelo pronto y ponte 

el de mujer desnuda. 

O no te pongas nada, 

que no quiero esperar al carnaval. 

Exilio del pirata (un cuento)

Me desterraron 

el miedo y el invierno.

Me subieron 

al barco sin timón de los relojes 

y me alejaron sin piedad 

de aquella isla. 

Me dejaron 

sin tesoro, sin bajel fondeado, 

sin bandera negra. 

Allí quedó enterrada 

la parte más jugosa del botín 

y un corazón corsario.

Y quemaron el mapa. 

Desde aquí no se ve el mar,

ni siquiera apretando los ojos 

o escuchando dentro de las caracolas.

No hay alisio que sople 

para desatracarme 

de esta ciudad sin olas, sin albatros. 


Al menos pude 

consumar mi venganza: 

escapó conmigo la princesa 

del cuento: la mujer 

altiva, hermosa y rebelde

digna de toda historia de piratas.

Aún ladran impotentes y rabiosas

las nobles gentes de bien

que trataron de cortar sus alas. 

Año nuevo

Ya sé quién soy, lo veo

cada día. 

No he cambiado tanto en este año 

que decís que pasó.

Sigo esperando 

aviones que no migran en invierno,

aves que dejaron de volar,

estrellas que no hablan.

Sigo mirando al cielo a pesar 

de no creer en milagros.

Nada cambia porque el año 

es solo una cifra en el calendario.

El tiempo que cuenta,

el que se desliza inmisericorde,

se mide en unidades más pequeñas.

Y entonces nada, nadie cambia.

O quizá sí, quizá todo cambie

a tal velocidad que ni lo percibimos.

Y volvemos al punto de partida 

para que todo siga igual.

Un año. 

Y otro año. 

Y otro. 

Mientras siguen sin pasar los minutos.