Mientras tanto

Tal vez algún día entenderéis
lo que quise decir:
nunca fue mucho, es cierto.
Apenas un puñado de palabras
casi siempre ya dichas 
por otras y mejores voces.
Yo tan sólo intenté decirlas con la mía.
No más alta que otras, pero mía.
Seguramente, no lo conseguí 
o, si lo hice, fue una de mil veces.

Algún día, tal vez yo mismo entienda 
lo que quise decir y no pude o no supe.
Mientras tanto, 
será mejor que hable
                                 el silencio. 


Pequeño

Atrapado en el vuelo de un colibrí, 
sin saber si quedarme 
en una de esas tranquilas flores
o seguir en el vuelo 
hasta retornar al nido...
pero ¿qué nido será?,
¿habrá polluelos?
Tal vez me confundan 
con algún diminuto gusano
y adiós para siempre al sueño 
de la mariposa que posee sus propias alas,
aunque sea tan efímera su vida.

Futuro

¿Cómo saber dónde ir
si no sé adónde vamos?
¿Cómo saber quién soy
si no sé quiénes somos?
Saber que no sé nada:
eso es todo. 
Tal vez sólo la certeza de la muerte...
O de las varias muertes.
Porque vida sólo hay una,
pero todos morimos más de una vez.
Aunque sigamos vivos.

Contrastes

No agarran las raíces en la tierra baldía,
no hay olas si no hay viento,
no cambia la marea si se muere la luna.
No hay mañana si no existiese hoy.
Ni hay hoy sin un ayer. 
No hay espejo si no hay nada reflejado.
No hay calor si no existe el contraste del frío.
No hay luz si no hay oscuridad
que la distinga. 
No hay ateos sin dios al que negar.

Pero existe la poesía sin poetas.
Y sobramos poetas sin nada que decir.
Aunque creamos que decimos tanto
que no decimos nada. 




Peso

Pesa la noche por oscura
y la luna creciente 
se parece a una hoz.
Pesa el día por la luz 
del sol difuminado entre las nubes.
Pesan la soledad y la distancia
y pesa el calendario 
que parece no avanzar y que otros días 
hace volar sus hojas
como aves que emigran 
a no sabemos dónde.
Quizá yo también vuele 
                                     en un futuro;
sea liviano y no tenga los hombros 
tan cansados, ni la espalda doblada 
por no mirar ese cielo que pesa,
esos días que no pasan.



“León atado a una noria”

Soy el que soy 
y sirvo para lo que valgo:
para estar ahí
cuando se me necesita,
para hacer desayunos y espaguetis...
Pero no sé dibujar,
no sé hacer fotografías, 
me gusta el rock and roll
más que Bach y Wagner juntos.
Apenas sé juntar 
cuatro palabras que parezcan versos.
Y no sé volar, sé 
moverme sigiloso cual felino
y rugir como ellos 
cuando huelo el ataque.
Doy todo lo que soy 
porque no tengo más.
Y nunca llego.

Hay demasiadas aves 
(y vampiros) en el cielo: 
los veo bostezando 
a la sombra de un baobab...
algún día los pájaros se posarán sobre sus ramas.
Y tal vez me sonrían.

Matemática

A la izquierda del cero a la izquierda 
hay otro cero...
Un poco más allá, estoy yo
yaciendo estrangulado, 
simulando un infinito
que no existe. 

Terrenal

Yo no puedo elevarme y sentir 
la presencia de las almas.
Necesito notar la piel, oír 
el sonido de las voces y mirar
a los ojos, a tus ojos.
No me conforma saber 
la presencia constante 
que no se manifiesta en cuerpo. 
Mi piel, mis manos, mi boca
piden a gritos otra piel, 
otras manos, 
otra boca a la que aferrarse.
Mi alma, si alguna la vez la tuve, 
necesita de tu cuerpo.
Mi cuerpo, necesita de tu alma para ser.
Sin ellos no soy nada...

Pero me enamoré del aire 
y sólo puedo esperar 
que una leve brisa me roce la cara
cuando toca tierra, cuando repara en mí.


Tres palabras

      “...porque hay cosas para las que con tres palabras              sobran las tres, y con tres mil son tres mil las que             faltan.”  (William Faulkner)


¿Cómo decir sin decir lo que se sabe
pero araña la garganta 
si no se pronuncia? 
¿Y para qué decirlo si no se espera respuesta?
¿Cómo convertir en nuevo 
el manoseado verbo (pongamos) “amar”?
¿Cuántos versos hacen falta
para hacer comprender lo que se siente
sin que sobre ninguna palabra?
Quizá sólo mirarse a los ojos
y guardar silencio...
aunque siga arañando en la laringe
un “yo te amo”
(tres palabras) que sobraba.

Infinitos

Sentado en el peñasco 
contemplo un infinito que se acaba
sólo unos pocos metros más allá,
acaso unos kilómetros, allí 
donde mi vista ya no alcanza.
Estoy solo y en mitad del silencio 
oigo no obstante voces:
las de aquellos que siempre están conmigo 
siquiera sea porque así quiero creerlo.
Oigo lo que quiera oír y sin embargo
es solamente el ruido de mis pensamientos...
esos que sí parecen de verdad infinitos
y no terminan donde la vista alcanza.

¿Pero cuánto de cierto habrá en lo que me digo?
También eso, la ignorancia, es infinita. 



Si no sé...

Me equivoqué de voz, de tono y de canto...
¡Si yo no sé cantar!
Me confundí de instrumento 
y de partitura...
¡Si yo no sé solfeo!
Me equivoqué de pincel y de color...
¡Si yo no sé pintar!
Me equivoqué de lápiz y papel...
¡Si yo no sé escribir
(ni apenas leer)!
Confundí la mañana con la noche...
¡Si ya no sé soñar!

Equivoqué presente con futuro,
muerte con nacimiento;
confundí risa con llanto,
alegría con tristeza...
¡Si ya no sé qué soy!

¿Pesadilla o realidad?

Una y otra vez el mismo sueño.
Las mismas cifras, los mismos fantasmas
que trepan a los árboles 
que cierran los caminos.
La misma sombra que se aproxima 
y que se aleja entre la misma niebla.
El mismo sol, la misma luna
que apenas si se atisban a veces
y vuelven a perderse
                                    y a salir
en una sucesión de días y de noches
todos iguales.

Una luz de pronto más brillante 
al despertar...
O es la duermevela porque regresa el sueño
y vuelve la espesura.

¿Cuándo la claridad
definitiva?