Si supiera

Si supiera escribir tal vez diría,
con palabras bellas,
que me importa un bledo la navidad;
que me preocupa mi madre;
que me da igual estar solo en Nochebuena
porque no creo en dios;
que mi perro me hará compañía;
que mañana vendrá mi hija a verme
y eso compensa un montón de cosas. 
Si supiera escribir algo distinto
de “la experiencia”.
Pero no sé: debo de ser
más periodista que poeta. 

Si supiera escribir 
cuánto te echo de menos. 
Aunque no sea poesía. 
Pero es la verdad. 

La vida

La lavadora, el lavavajillas
(¿a qué hora era más barata la luz?),
la secadora, los deberes de alemán.
Mi ex mujer no se aclara con las fechas.
Mi ex marido no paga lo que debe.
Mi amiga Julia dice que Analía,
mi amigo Johnny y mi amiga Marta.

Y Anselmo y Amelia y tu padre.

Y los míos. Y los hijos. 

Y Tere, y tu hermana. 

Gabriel, el abogado, que si no sé qué papel. 
Y los del banco. 
Algo del despacho y la página web.
La natación, el teatro, el tenis,
la plancha, la cena, la comida.
El requerimiento, el acuerdo, el examen,
los cursos, la itv, 
la batería del coche,
las compras de navidad,
los cumpleaños…
La comida, la cena, la ducha con pelo y secador. 
El desayuno. 
El café en la cama, ¿o zumo?  
Y dejar de fumar y los parches,
las pipas, los caramelos de mentol.

Y entre medias
el amor, el sexo, el cariño, la piel
la distancia, el mar, la luna llena,
aquella estrella nuestra, ¿la ves?

O nada. 

Sin nombre

No podemos llamarla muerte 
porque no lo es.
Pero cuando la vida ya tampoco
es vida,
¿qué nombre le damos? 
¿Qué es estar vivo pero sentirse muerto?
¿Qué es estar muerto pero consciente 
de cuánto duele la vida? 

Astronomía

La luna orbita 
alrededor de la tierra. 
La tierra gira 
alrededor del sol. 
El día que finalmente
se apague nuestro astro, 
¿qué será de la tierra?,
¿qué será de la luna?

Seguirá habiendo estrellas, pero
¿qué será de nosotros? 
Yo, ya lo sé. 

Pijama

Me acostumbré a dormir desnudo,
sobre todo de cintura para abajo 
porque en las vueltas del sueño
y del insomnio, 
de los malditos (benditos) ronquidos
encontraba el calor de otra piel.

Ahora sigo así: desnudo, 
con el pijama tirado
a un lado de la cama.
Pero estoy solo.
Y tengo frío. 

Soledad

Siempre sostuve que la mejor poesía 
está en el diccionario,
por más que que los poetas 
se empeñen 
en retorcer palabras 
o disfrazarlas de lo que no son. 

“Carencia voluntaria o involuntaria de compañía.
Lugar desierto, o tierra no habitada.
Pesar y melancolía 
que se sienten por la ausencia, muerte
o pérdida de alguien o de algo.”

Lo único que no se especifica 
es cuánto duele. 
Tal vez, para eso, 
sí haga falta un poeta…
porque remedio, cura
                                       no tiene. 

Vivir

Se me acabaron ya
todas las ilusiones.
No me quejo: aún joven he vivido 
algunos sinsabores y más de una dicha.
He conocido el amor 
y algunos desamores. 
He visto de cerca 
los ojos de la muerte 
y sé que me espera; otro día. 
Me han disparado cien veces por la espalda,
me han clavado puñales 
que duelen menos cuando vienen de frente. 
Y supongo que aún el destino
me depare alguna sorpresa.
O tal vez no. 
Tal vez, ya esté todo hecho. 
Y eso es mucho decir. 

Espacio-tiempo

Cada minuto, cada hora,
cada día que pasa 
es un lapso de tiempo 
                                       más 
o uno menos. 
Depende de si venimos 
-¿de cuándo?, ¿de haber nacido, tal vez?-;
depende de si vamos
-¿a dónde?, ¿a la muerte?, ¿seguro?-.

En realidad, la cuestión es 
qué sea hoy,
¿cuándo ayer? 
¿dónde mañana? 


Persona(je)s

No se canse, amigo;
no se fatigue, muchacha.
No se esfuercen en tapar 
sus hipocresías con medias verdades:
mejor sean cínicos sin más; 
eso no es malo: Diógenes lo fue
y aún lo estudiamos. 
No se pinten sonrisas 
ni restrieguen pedazos de cebolla 
por encima de los pómulos.
De verdad, no vale la pena. 
No renuncien al halago como pose
ni odien maldecir a quienes les critican. 
Ustedes son humanos: nada más. 
Déjense ser quienes son.
Al fin y al cabo, no hay nada más 
imperfecto… ni perfecto 
que ustedes. 
O que yo. 

Barbecho

Hay un olor de invierno en este otoño
que trajo de golpe el frío:
a mí, que vengo del verano
perpetuo de la isla de tu cuerpo,
se me ha metido el hielo en las entrañas. 

Salgo al balcón, desnudo,
y me empapo del aire y de la lluvia. 
Quiero en mí todo el escalofrío 
para que luego tu calor encuentre
el terreno baldío de mi cuerpo
y lo riegue con el sol de tus abrazos.

Noche

     “Lo más profundo es la piel.”
            (Paul Valery)


La calle no está oscura: 
es completamente negra, no 
se ve ni una farola, ni
un cartel comercial,
ningún televisor insomne parpadea.
Por supuesto, no hay luna 
y no se aprecia el brillo 
de ninguna estrella, nada. 

Y, sin embargo, sabes
perfectamente a dónde vas.
No tienes miedo. 
Aún a ciegas, sabes encontrarla. 

Por ti

De tanto repetirme,
me canso de mí mismo:
me canso de leerme, de escribir…
me canso de mirarme en el espejo.
Me aburro soberanamente
de estar conmigo mismo todo el tiempo. 
Cierro los ojos y sueño
que ya no soy más yo,
que soy -por poner un ejemplo-
un payaso, un deportista,
un perrito faldero o un gato de la calle,
una estrella de mar…
Pienso a veces cuál sería 
mi vida sin mí. 
Pero caigo en la cuenta: 
tal vez, si yo no fuera yo, 
tú no existirías como yo te creo. 
Y no puedo soportar ese castigo. 

Otro otoño

Saltan, haciendo honor a su naturaleza,
aquí y allá los saltamontes.
Aletean, al aún tibio sol de la mañana,
las últimas mariposas,
las avispas y las moscas rezagadas,
engañadas en el mediodía,
por los últimos calores del otoño.
Un otoño que va imponiendo sus ocres, 
su amarillear de hojas 
en las copas de mi roble…
en el que yo sólo veo
tu cabellera rubia allá arriba:
altos ambos con la fuerza 
de la vida que me ofrece
el sonido de tu voz 
en el trino de las aves. 

El otoño -ya lo sabíamos-
es el tiempo para la añoranza. 

Tiempos

Está bien soñar con el futuro,
pero hay que cuidar el presente.
El pasado -lo dijimos- 
siempre existe: pesa o alivia
los pasos de hoy; 
pero no vuelve: incluso 
engaña el recuerdo a lo vivido. 
Se fue. Y eso es lo importante.
Lo dicho, lo no dicho.
Lo prometido que llega 
y lo que no. 
El verbo que cambia su conjugación 
porque nosotros no somos palabras.
¿Y mañana? 
Sueños, deseos, anhelos, pesadillas,
catástrofes inventadas,
profecías que no siempre se cumplen. 
“Te escribiré, te llamaré mañana,
vendré a verte”… el futuro no existe:
debería escribirse en condicional. 

Y el amor,
el amor que no entiende 
-o no debería-
de tiempos verbales ni de calendarios.

Duele

Aunque ya lo sabes, duele. 
Aunque tengas -ya lo dijiste, pesado-
un “digno tono de racionalista”, 
duele. 
Aunque sepas que los sueños 
no se cumplen y por eso
los llamamos sueños, duele. 
Aunque no eres adivino, 
pero tienes 
un pequeño puñado de intuiciones, 
anticiparse duele. 
Aunque creas que la vida 
no se va a acabar mañana
-y das gracias-, duele 
saber que cada día es 
un tiempo que no vuelve. 
Aunque oyes las palabras 
que quieres oír 
(y las que no) y ves 
lo que quieres ponerte ante los ojos;
la realidad duele.
Aunque, a pesar de todo,
disfrutas del dolor, 
el dolor, lógicamente, duele.

No sentir el dolor
dolería infinitamente más.

El nido

Tus párpados dormidos vuelan 
como palomas, como 
golondrinas que juegan a perseguir 
cada una el sueño de la otra. 
Tus manos aletean buscando las mías 
para saber volver. 
Al fondo, en el espejo a oscuras,
un pájaro se pierde 
en el plumaje de la medianoche:
mi soñar despierto. 

Tu pecho, tu vientre
ralentizan el vuelo de las aves 
y las hacen bajar,
posarse en el colchón; emiten 
un canto que parece un suspiro. 
Y duermes, descansas. 
El nido estará allí cuando despiertes. 


Errando

Me equivoqué 
pegando carteles y panfletos,
pronunciando discursos,
escribiendo en papeles
que nadie leía,
haciendo preguntas.
Me equivoqué 
recitando lecciones,
inventando universos,
alimentando abejas con flores de arena. 
Me equivoqué 
tratando de hacer ver a los demás
lo que tan sólo yo 
-tal vez ciego, tal vez iluminado- 
veía.
Me equivoqué con palabras
de amor y de odio.
Me equivoqué con prosas y con versos.
Me equivoqué pensando
que de verdad tenía algo que decir,
que mi voz era mi amiga.

Y lo que únicamente 
tengo que ofrecer
es un silencio 
                            errante. 

Peces

Qué lástima del pez en la pecera,

qué pena del pez muerto 

en la orilla,

qué dolor de la red 

oprimiendo las branquias. 

Qué vacío mirar

con ojos de pez peces 

si no sabemos nadar.

Cuánto olvido 

de océano, 

de mar,

de río,

de riachuelo… 

de verdaderas aguas. 



Poesía (final)

Tú me diste y tú me quitaste
las ganas de escribir.
Tú me mostraste tu lado seductor,
lisonjera dama de compañía 
en noches de soledad,
y me acunaste con tus brazos de aire. 
Después me ninguneaste:
tachaste sin consideración 
cada uno de los versos escritos y leídos 
y dejaste de vigilar el trazo de mi lápiz 
sobre la cara oculta de la marea.
No te gustó mi verdad: es más fácil 
la mentira agradable a los oídos.

Muérete, pues, en los brazos 
de quienes te susurren, 
aunque sean soplido sus palabras…
Y deja que yo siga con mi grito
viviendo mi prosaica vida de bufón. 

Como aire

“… todo es del viento
y el viento es aire
siempre de viaje…” 
                   (Octavio Paz)


Como el viento que pasa entre las ramas 
de algún árbol:
así pasa mucha gente por mi vida,
dejando apenas un ligero soplo
y un leve temblor
de alguna hoja.

Así mismo paso yo
-que soy viento a mi vez-
por la vida de otros: 
haciendo como mucho 
temblar alguna hoja
 o haciéndola caer sin darme cuenta
(y le pido perdón si le hice daño).

Así pasa la vida
entre soplos, temblores,
alguna que otra muerte…
Y admirando el prodigio
de seguros brotes nuevos.

Amanecer

Deja que te envuelva la bruma,
que la niebla sea tu compañera 
y la tibia humedad de la mañana
te cale hasta los huesos
y te limpie hasta las vísceras. 
Camina entre abedules y eucaliptos
sin rumbo, sin saber qué es el norte 
y dónde el sur,
hasta que tus pies cansados 
te detengan a un lado del bosque 
y descubras, tan lejos y tan cerca,
un sol nuevo que brilla 
solamente para ti. 

El (merecido) destierro

¡Ah!, musa de los poetas, 

¿por qué me has abandonado? 


-Ni una interjección más.


¡Oh!, ¿por qué me hablas así,

lacerando -¡ay!- 

mi maltrecha escritura?


-Se acabó. ¿Te has creído 

que eres Bécquer 

o Fray Luis de León? 

Mete en una maleta 

tus interjecciones

y arde en el infierno

aburrido y sin ritmo de la prosa…


O, mejor, cállate para siempre. 

Cosas que no entiendo

La crueldad, la violencia.

La política, la macroeconomía. 

Las lágrimas de un niño 

en brazos de sus padres.

La violación, el racismo.

El odio, el desamor.

Las fotos “selfie” 

de las redes sociales. 

Los poemas fingidos 

que no contienen nada de verdad. 

Los “posts” y los “tweets”

a todas horas. 

Las novelas de amor 

que no tienen sentimientos. 

Los cuadros abstractos. 

Los tú sí pero yo no. 

Los gritos, el silencio.


En realidad,

creo que no entiendo nada. 

Ni falta que me hace.

Elipsis

Hay muchas formas de decir te quiero:
un billete de avión,
una foto en una librería 
o en un dormitorio, 
un ramo de flores…
Un buenos días, 
un cómo estás;
y cómo tus padres,
cómo tus hijos;
¿qué te ha dicho el médico?
Qué tal el perro, el gato;
tengo ganas de verte,
quiero follar contigo;
me ha encantado tu último poema;
me gusta que me llames 
y que no me llames…

Y podría seguir 
hasta el infinito.
Pero, a veces,
es mucho más sencillo pronunciar
un simple -y complicado-
te quiero con todas sus letras. 

Noche

Le tengo miedo a la noche
no por la negrura 
ni por el silencio.
Ella revela 
lo que la luz engañosa del día 
no me deja ver.
Y me abre los ojos y me muestra
lo que nadie más ve
porque les ciega el sol.
Y me grita. 
Esa es la luz oscura 
y el chillido 
que dan miedo. 

Pirata


Saludo a la noche
 
y saludo al día 
porque no distingo 
la luna del sol. 
Digo hola al mar 
y adiós a la tierra firme 
del continente y de las islas,
como un pirata 
al que corsarios de agua dulce,
protegidos por no se sabe qué 
divina majestad
acusan de latrocinio
con el aplauso del pueblo engañado. 
No sé de qué puerto zarpo
ni a cuál llegaré 
si otra tormenta no acaba con mi bajel. 
Pero veo el océano 
y un sol poniente naranja. 

Animalario

Desunce el yugo de los bueyes mansos,
pues su cuello es el tuyo. 
Haz que las ovejas 
que cuentas para dormir
salten de dentro a fuera del redil: 
no son borregos. 
Quítale al halcón la caperuza 
y libéralo 
de su labor de cetrero. 
Corre con los lobos 
y con los osos pardos 
hacia la libertad del bosque.
Deja al delfín que ayude cuando quiera, 
no cuando lo necesitas. 
No dejes que te enreden en su pesca
los saqueadores del mar
que sólo entienden de poner anzuelos.  

Olvidos

Se me olvidó la poesía.
No recuerdo nada 
que merezca la pena 
ser dicho en unos versos. 
Se me olvidó respirar,
pero mi cuerpo lo hace solo.
Se me olvidó qué es soñar
porque no sé ya
lo que es dormir. 
Se me está olvidando amar
de tanto amor sin sueño. 

El reino de los sueños

Un día, gané el Nobel de Literatura.
Otro, creo recordar, 
me tocó la lotería. 
Una noche, 
un cohete me dejaba brincando 
sobre la cara oculta de la luna. 
Y una más -que yo recuerde-
podía volar 
y salvaba con mis alas 
la cometa perdida de una niña. 

El resto de las noches,
simplemente sueño que estás aquí 
y somos felices,
hacemos el amor 
y nos miramos 
como cuando estábamos despiertos. 

Mar

Paso, como el agua,
de la furia de las olas en la tempestad 
a la melancolía de la mar en calma. 
Las mareas no me son favorables.
La luna 
se convirtió en enemiga. 
He perdido los mapas
de la isla del tesoro. 
Y el faro se apagó
cuando más cerca estaba
del acantilado. 

Silencio

El mundo no sabe lo que yo siento.
(¿Qué le importa al mundo
lo que yo sienta?).

Se inventó el lenguaje 
para que falsos profetas
-y poetas presuntos, charlatanes-
le contaran al mundo 
qué le importa y a quién. 
Era mejor el silencio…
los gruñidos, los gestos, las caricias. 
Yo guardo mi palabra 
para que alguien la pida. 
Y si no se rompiera lo ya dicho,
olvidaré de una vez por todas
hasta mi propia voz. 
Y tal vez muera.
O vuelva a nacer.

Astronauta

Todo es oscuridad alrededor.
El aire llega 
dentro de la escafandra,
pero fuera no se puede respirar. 
Todo es silencio y soledad. 
Pero aún flotas sostenido 
por el cable 
que está a punto de romperse.
Después, 
                     nada. 

Déjame

Déjame que te acune,
que te cante una nana 
o te lea -como hice otras veces-
poemas al oído;
compartir un cigarro 
a la luz de tu luna. 
Déjame que te planche la ropa
y haga la comida,
que vaya al supermercado…
Deja que me acurruque junto a ti 
y sienta tu respiración. 
Déjame que haga planes 
que no se cumplirán.
Déjame escribirte poemas.
Déjame preocuparme, desear…
Déjame soñar contigo. 
Déjame que te quiera.

O déjame. 

Perdido

Colocaron un dique 
y el río cambió su curso,
aunque seguía circulando, silencioso,
por donde siempre lo hizo.
Pero yo no lo veía.

Pusieron una rotonda 
en mitad de mi calle de siempre.
Pero seguí cruzando 
como si no existiera. 

Apagaron el faro y acabé 
estrellándome contra las rocas. 

De noche

He soñado, 
en otra noche de insomnio,
que dormía y que soñaba 
que la vida 
se rompía en pedazos
y una casi muerte
los juntaba 
y empezaba la vida.
Y la muerte y la vida 
de la mano
convertían en vivo lo soñado. 
Y después, como el poeta ilustre, 
después...
“soñé que soñaba”. 

Ellos

Una semicorchea 
no es una sinfonía.
Un brochazo 
no es una obra de arte.
Un verso
no es un poema. 

Una soflama

no es una ideología.

Un corazón, un like
en una red social 
no es la crítica fundada de un especialista.
La crítica fundada de un especialista
no es el sanctasanctórum.
Vuestro ombligo no es
el ombligo del mundo. 

Tempus fugit

El tiempo es ese
enemigo de la vida 
que nos roba con lo urgente 
lo que es importante. 
No significa no llevar reloj
o no tener a la vista un calendario. 
El tiempo sigue, 
como aquellos ríos 
“que van a dar en la mar, 
que es el morir”. 
Pero es también 
lo que hacemos con él: 
y podemos nadar 
o dejarnos arrastrar por la corriente. 
Y podemos sentir 
el frío de sus aguas 
o verlo pasar desde la orilla.
Y morir. 
Y dejar que otros mueran 
ahogados
en la falta de tiempo.

Estatuas

Qué triste ha de verse el mundo
desde el pedestal. 
Qué fríos los aplausos 
de los transeúntes 
al pedazo de piedra que no siente. 
Mirar todo desde arriba 
con los ojos gélidos del mármol 
pronunciando discursos vacíos: 
“soy la posteridad”. 
Creerse merecedor 
de esta pantomima.
Cuánto mejor 
derretirse, desleírse 
como barro sin cocer 
y que alguien a quien no conoces 
se lleve de ti 
un trocito pegado
en la suela del zapato. 

Ausencia

No dormirás a mi lado,
ni me prepararás el desayuno
-nunca lo haces, ahora que lo pienso-.
No saldrás conmigo a pasear 
ni empujaremos juntos 
el carro de la compra. 
No compartiremos el aperitivo 
ni la mesa y el mantel
de ese restaurante que tanto nos gusta. 
No habrá siesta, ni sexo,
ni café a media tarde.
No leerás por encima de mi hombro
los torpes versos que te escribo. 
No te quedarás dormida en el sofá 
con alguna tontería de la tele. 
Volverás a dormir 
sin mí a tu lado.

Y, sin embargo, 
no dejarás de estar aquí 
en todo momento.

Fantasmas

No se debe descuidar a los fantasmas: 
corres el riesgo
de ofenderles y que decidan
venir a visitarte por la noche.
Hay que dejarles su taza de café,
su cigarrillo si fuman,
su libro de poemas 
abierto por la página indicada.
Hay que depositar el beso 
en la mejilla descarnada y fría;
ponerles su canción,
abrazar el retrato de su ausencia
para que no sea presente.
Apartar los espejos 
para que ellos no sepan 
que no existen
nada más que en tu mano,
que les da de comer 
y les cepilla el pelo sobre la calavera.
Sobre todo, 
que no vengan por la noche,
que no adivinen nunca 
que tú eres su fantasma.


Pajarillo

He llorado en sueños 
porque he soñado que volaba
pero tan sólo era 
un pajarillo en las fauces de un gato.

He oído una voz
y he sentido el abrazo cálido
de una mano 
que me dejaba de nuevo en mi nido
con un ala rota. 

He llorado soñando 
con esa mano, esa voz...
incluso con ese gato que tal vez 
sólo tenía hambre o un instinto frustrado.

Y he llorado porque tengo miedo
a no saber 
cuándo podré volver a volar. 

Regresión

No regreso al pasado 
salvo en contadas ocasiones
-una anécdota, un suceso 
que contarle a mi hija-
y siempre sin nostalgia. 
No me sé de memoria
ninguno de mis poemas.
No he vuelto a releer más de una vez
casi ninguno de ellos.
Hoy no soy quien yo era ese día,
ese instante.
¿Qué sentido tiene 
volver a ser quien uno ya no es
pero aún sigue siendo sin saber? 

Y, sin embargo, lo recuerdo todo.

Sentidos

Conservo el gusto y el olfato,
pero he perdido el sabor y el olor. 
Conservo la vista,
pero he perdido la mirada
de tus ojos. 
Conservo el oído,
pero he perdido el sonido de la voz
que me habla. 
Conservo el tacto,
pero he perdido la piel. 

¿Qué sentido tengo?

Nueva era

Vamos a cambiar el mundo:
se terminó la fiesta vieja 
y una nueva acaba de empezar. 
Vamos a celebrar el silencio,
la soledad, la falta de cariño,
la ausencia de empatía.
Vamos a celebrar 
los ocasos, los fallecimientos
(celebremos que murieron 
porque estuvieron vivos).
Vamos a celebrar la pena, 
la apatía, el hastío. 
Brindemos al sol 
toda la noche 
por lo que tenemos. 
Olvidemos la alegría y los cumpleaños,
los aniversarios, las bodas, el amor...
¿Quién tiene todo eso cada día? 
Celebremos de una vez la tristeza. 
Siempre será festivo. 

Tiempo

La noche me hace decir
lo que habría de callar y la mañana 
me abre la boca que guarda silencio. 
La luna me sonríe con sorna 
y le falta, como en uno de esos dibujos infantiles, 
guiñarme un ojo y decir
“es que eres tonto”. 
El sol engaña con su brillo 
porque no calienta. 
Y una noche sucede a otro día. 
Y, claro, otro día a la noche. 

“Matrioshko”

Ha muerto un hombre y de él 
ha nacido otro
que también ha muerto.
Así, como en una novela de terror,
uno tras otro hasta el infinito.
Cada uno era idéntico al otro
y en todo diferente. 
Todos encerrados 
dentro de su antecesor. 
Sólo el primero conoció la luz. 
La pregunta es
¿qué les mató? ¿por qué murieron? 

Ayeres

Me quedo con ayer.
Mañana no sé si existe y hoy 
ha pasado antes de pronunciarse. 
Ayer hubo presente
y futuro 
-paradójicamente-.
Qué extrañas las palabras 
que tratan de fijar el tiempo.
Porque el tiempo no deja de correr,
nunca está quieto. 
Sólo el amor 
y el miedo
tratan de aguantar las embestidas
de los relojes y los calendarios. 
Pero, ¿lo consiguen? 
¿Cuál de los tres triunfa 
en la maldita lucha sin cuartel?
¿Tiempo? ¿Miedo? ¿Amor?
Sólo la muerte. 

Antes

Espero la hora adecuada 
para llamar aunque nunca 
sepa si tendré respuesta.
Una sonrisa amarga 
asoma a mis labios recordando
poemas de silencio
que abrían puertas 
y hacían saltar cerrojos;
llenaban vacíos 
y ocupaban espacios ya ocupados.
Ese tiempo pasó:
el silencio es silencio y se rompe
-o no- 
lejos de la poesía. 
La poesía no sirve para nada 
cuando no tiene vida. 
Y la vida es una hija de puta
que no sabe leer. 

Espacios

Ya no quiero ocupar
los lugares que no me corresponden. 
Yo no soy el padre ejemplar,
ni el intachable hombre de traje y corbata. 
No soy trabajador ni inteligente. 
Nunca fui la pareja perfecta,
ni el amante atento y cariñoso. Ni siquiera
el amigo fiel que siempre estuvo allí. 
Yo no era como me mirabais
cuando no me veíais. 
Yo soy como tú -y tú y tú, vosotros- 
o incluso peor: 
imperfecto, desubicado, 
el payaso triste; 
generoso y egoísta, 
poeta y zafio a partes iguales,
amoral y recto,
“suicida y homicida”,
ángel (caído), animal humano. 

La única diferencia 
es que yo ya no le miento a los espejos 
en los que antes no me reflejaba. 

Oculto

No las busqué,
pero me he acostumbrado.
La oscuridad me alivia
de la férrea blancura de la luz
que dañaba mis ojos.
La soledad me libera
del ruido ensordecedor 
de la ciega muchedumbre. 
Como un cazador solitario,
un bucanero proscrito
que huye de cada isla
cuando cae la noche,
me muevo entre las sombras.
Aprecio la luna nueva 
por encima de la llena inmisericorde. 
Sólo una estrella lejana me vigila
y también busca el cobijo de las nubes 
cuando alguien se acerca. 
Nadie sabe quién soy. 
Lentamente, incluso yo
me voy olvidando de mí mismo. 

Sueña

La diferencia entre tocar 
uno sólo de tus rizos 
y no hacerlo
no está en la distancia, 
ni siquiera en el tacto.

La diferencia está 
en que tú me sueñes
como yo te sueño. 

Canto

Canto a lo que me rodea,

a lo que toco.

No le canto a las aves 

porque ya ellas cantan.

Y vuelan.

No le canto a las olas 

mar adentro:

canto a las que acarician nuestros pies. 

Canto al árbol y al bosque

cuando paseo por él,

no cuando me lo invento. 

Canto -menos de lo que debería-

a la miseria de los hombres:

no a la miseria humana. 

Canto al amor que tengo,

que deposito en ti,

el amor que me acompaña:

no conozco más amor.


Canto en silencio 

lo que tendría que gritar

y canto a viva voz

lo que habría de callarme.