Spoiler

La historia de amor
que no vivimos
tuvo final feliz,
después de todo.

Tú seguiste viviendo
la vida que querías vivir
y yo…
seguí viviendo.

No hubo bodas
ni largas despedidas
ni triángulos imposibles,
ni desencuentros
con vistas al futuro.

Fue sólo un final más
sin ni siquiera besos suspensivos.

©Santiago Pérez Merlo

Cuentos

No se por qué me he acordado hoy de aquella chica.
Al poco de conocernos,
como si fuera la bruja de algún cuento,
me dijo: "en mi última noche me acostaré contigo".
No se iba a morir (hubiera sido al menos más poético).
Solamente acababa su viaje de estudios
o su beca en aquel departamento
en el que trabajaban mis amigos.
No recuerdo.
A duras penas he recordado su nombre.

Y cumplió su promesa.
Esa noche yo me dejé llevar 

y la dejé beber y yo bebí
hasta estar lo bastante serenos 

para escribir el cuento.
No recuerdo el final memorable 

de otras grandes historias...
Supongo que fue un cuento normal, 

de andar por casa.
Con todo, lo peor fue que al día siguiente 

aún estaba allí
esperando 

no sé qué otro desenlace 
que ya no podía ser.
Incluso quiso 

prepararme el desayuno.
Y no quedaban perdices.


©Santiago Pérez Merlo
Collage de Alfonso Brezmes

Prosa

Estoy harto de versos, de renglones a medias. Reivindico los papeles llenos, las páginas completas y seguidas sin puntos y sin comas y sin que digan nada aunque no se entienda un mango pero bien largas. Estoy cansado de noches estrelladas, de deberte la voz y de esperar que me llamaras. Harto de caminantes y caminos; y de mares que recomienzan. Harto de malas flores del mal y de hojas de hierba. Aburrido de golondrinas y de piedras como tú, piedra pequeña. Aburrido de dones y de lenguas, de tatuar las noches, de bailar con Charlie Parker y del llanto de Aquiles. De malcasadas y de empezar contigo el desayuno, de que tu nombre sea el de todas las mujeres… De ultraístas y de dadaístas, de mártires del verso y de falsos poetas y profetas.
Estoy harto de los versos de todos los poetas.
Estoy harto de mis versos y de mí… que no soy ni poeta.


©Santiago Pérez Merlo

Canciones para Aitana

Un día, cada vez menos lejano,
despertarás una mañana
con el cuerpo revuelto, el asombro
pintado en la cara y una
extraña sensación entre las piernas.
Te lloverán los tópicos
y los gestos de conmiseración:
“Eres una mujer” -tal vez te diga tu madre
o alguna de sus amigas-
con una sonrisa de esas que no se sabe
si preludian llanto.
“Ya no eres una niña” -tal vez diga la maestra,
 más prosaica y más curada de espantos-.
Y yo, seguro, no sabré qué decirte
más allá de explicarte los cuatro puntos básicos
de la higiene, la molestia, lo inevitable, el dolor…
cuando ya estés harta de escucharlo.

Tú no nos hagas caso.
No dejes de ser niña (“nunca despiertes”).

No, no digo que no crezcas,
que no levantes las alas y vueles tu propio vuelo.
Pero no dejes tampoco que tus hadas dejen de volar;
sigue soñado con unicornios violetas,
no dejes que aúllen a tu alrededor
más que los lobitos buenos de tu canción de cuna.
Tiempo tendrás de ahuyentar los chacales,
los buitres y las hienas que sin duda
encontrarás en tu camino. Déjalos
que se rían.
Y no pierdas tu risa.
Serás una mujer, una buena mujer
en el mejor sentido de la palabra “buena”
si no dejas que se pierda tu risa de niña.
No tengas miedo a crecer tampoco.
Yo no lo tengo…
aunque lo parezca.

©Santiago Pérez Merlo

Testigo de cargo

He encontrado otro poema escondido
debajo de “El testigo” de Alfonso Brezmes.
Estaba agazapado entre heptasílabos,
construido en versos más largos
y pidiendo salir de su silencio.

Me he acercado hasta él
temeroso,
como se acerca la mano a un perro desconocido,
ocultando el miedo y con la falsa confianza
de quien se cree el mejor amigo de los versos.
No me ha mordido.
Le he preguntado qué quería decir,
de qué se escondía entre líneas esperando
salvarse: el porqué de su silencio.

Y me ha hablado de amor,
de búsquedas imposibles. De laberintos.
De lenguas que huyen de los diccionarios
y se encuentran en los cuerpos.
Me ha hablado de él.
De ti y de mí cada uno a un lado
de un espejo invisible
que nos devuelve nuestro rostro
a pesar de no estar frente a él…
Me ha hablado de otros poetas
que buscaron en él
la inspiración.

Pero no me ha dejado
transformarlo en versos.

©Santiago Pérez Merlo