El abrazo

Abrazarte
con la desesperación
del náufrago que se aferra
a la tabla que escapó 
de la embestida del mar.

Abrazarte 
con la ternura 
con la que cualquier animal
-incluidos nosotros-
protege a su cría.

Que nada 
y todo el universo
quepan en ese abrazo. 

Enceguecer

Quisiera cerrar los ojos

y no ver; mejor:

vaciarme las cuencas

o que un animal salvaje

arranque los globos de mi cara

con su aliento caliente.

No ver 

a los hombres.

No ver 

el suelo que pisamos. 

No ver

más allá de lo que ven los otros...

aunque para eso 

no utilice la vista:

tendría que arrancarme el alma. 

Y estaría tan ciego como ustedes.

Tal vez sería feliz. 

Igual que ustedes. 

Mirlo

He salido de mí.
Ya no soy yo. 
Ese que está enamorado, deprimido 
o absorto contemplando
un mar que no se ve, 
ya no soy yo.
Ahora soy un personaje 
de mí mismo, un embustero más.
Todo, por tanto, es mentira.
No hay amor ni depresión 
ni languidez de las olas
en un -falso- atardecer
en este amago de poema. 
Esto que veis 
es un mirlo que ni siquiera canta:
apenas pía 
sobre un cable de la luz
desde el que no se ve el mar. 

Jubilación

Quise ser redero, anudar 
los hilos sueltos 
y cerrar la trama para que ningún pez
pudiera resistirse a su captura.
Pero me he retirado:
ya no aspiro a pescar, 
prefiero ver a los peces, 
a las medusas que a veces se perdían,
nadar libres y bailar
sin proclamar su brillo.
Ese brillo fugaz es falso en tierra.
Quiero seguir navegando.
Pero dejé en el puerto
todos los aparejos y las redes. 
Era yo, pescador, el capturado. 

Descender

Es precioso (y preciso) soñar:
volar, crear, inventar
otros mundos que no estén en este
-aunque sea una entelequia-;
fabular, habitar
palacios en un barco,
castillos en el aire; desear
transformar la realidad y adaptarla 
al engañoso molde
de nuestras ensoñaciones.
Eso nos mantiene vivos.
(¿O tal vez nos mata?)

Pero cuánto mejor sería traer a la tierra,
a las nubes que pisamos, 
lo que dicen que nunca ocurrirá...
Y así volver a vernos, a tocarnos,
respirar el mismo aire
que trae la misma magia diferente...
La misma luna y el mismo sol
-hoy apagados-,  las mismas mareas 
y las mismas sábanas 
de espumas violetas y de flores.

No es elevarse. Es descender. 
Pero hasta lo más alto: 
sin soñarnos. Viviéndonos.