No os preocupéis por ese
caballero de triste figura
que ha sido devorado
por el buen Sancho Panza.
No está loco, sólo finge:
hace tiempo que supo
que no existen los gigantes,
que siempre fueron molinos
contra quienes luchaba.
Hace tiempo que no cree
en Amadís ni en ensalmos.
Distingue perfectamente
la realidad del deseo; la vida,
de la literatura.
Sabe que es mejor
dormir que velar armas
porque a nadie le importa
su desvelo.
Pero sigue cabalgando porque el mundo
necesita creer que aún hay locos
para pensar
que ellos son los cuerdos.