Enfermedad

Yo podría ser

ese hombre que arrastra los pies,

que tarda un infinito en recorrer los metros

que separan su coche 

de un pasajero alivio en otras manos.

Podría ser 

aquel otro que no es capaz 

de sostener un lápiz;

o aquel que no puede 

coger una cuchara e incluso ese que,

por más que lucha contra su garganta, 

no acierta a pronunciar lo que quisiera. 

Y por qué no ser 

ese otro que sirve de apoyo, 

mucho más que una muleta, 

a esa mujer que camina 

a pasitos muy cortos y muy lentos;

la acompaña tan solo con cariño: 

en esos pasos vive la ternura.


Pero yo no soy ellos.

Yo estoy terrible, alegremente sano,

sin daños (aparentes).

Y tampoco nadie

-¿quién iba a ser tan tonto?-

necesita la ayuda de un mal enfermero.

1 comentario:

  1. A pasitos. muy cortos y lentos ,como manda la edad,pero firmes y seguros.

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