De noche

He soñado, 
en otra noche de insomnio,
que dormía y que soñaba 
que la vida 
se rompía en pedazos
y una casi muerte
los juntaba 
y empezaba la vida.
Y la muerte y la vida 
de la mano
convertían en vivo lo soñado. 
Y después, como el poeta ilustre, 
después...
“soñé que soñaba”. 

Ellos

Una semicorchea 
no es una sinfonía.
Un brochazo 
no es una obra de arte.
Un verso
no es un poema. 

Una soflama

no es una ideología.

Un corazón, un like
en una red social 
no es la crítica fundada de un especialista.
La crítica fundada de un especialista
no es el sanctasanctórum.
Vuestro ombligo no es
el ombligo del mundo. 

Tempus fugit

El tiempo es ese
enemigo de la vida 
que nos roba con lo urgente 
lo que es importante. 
No significa no llevar reloj
o no tener a la vista un calendario. 
El tiempo sigue, 
como aquellos ríos 
“que van a dar en la mar, 
que es el morir”. 
Pero es también 
lo que hacemos con él: 
y podemos nadar 
o dejarnos arrastrar por la corriente. 
Y podemos sentir 
el frío de sus aguas 
o verlo pasar desde la orilla.
Y morir. 
Y dejar que otros mueran 
ahogados
en la falta de tiempo.

Estatuas

Qué triste ha de verse el mundo
desde el pedestal. 
Qué fríos los aplausos 
de los transeúntes 
al pedazo de piedra que no siente. 
Mirar todo desde arriba 
con los ojos gélidos del mármol 
pronunciando discursos vacíos: 
“soy la posteridad”. 
Creerse merecedor 
de esta pantomima.
Cuánto mejor 
derretirse, desleírse 
como barro sin cocer 
y que alguien a quien no conoces 
se lleve de ti 
un trocito pegado
en la suela del zapato. 

Ausencia

No dormirás a mi lado,
ni me prepararás el desayuno
-nunca lo haces, ahora que lo pienso-.
No saldrás conmigo a pasear 
ni empujaremos juntos 
el carro de la compra. 
No compartiremos el aperitivo 
ni la mesa y el mantel
de ese restaurante que tanto nos gusta. 
No habrá siesta, ni sexo,
ni café a media tarde.
No leerás por encima de mi hombro
los torpes versos que te escribo. 
No te quedarás dormida en el sofá 
con alguna tontería de la tele. 
Volverás a dormir 
sin mí a tu lado.

Y, sin embargo, 
no dejarás de estar aquí 
en todo momento.

Fantasmas

No se debe descuidar a los fantasmas: 
corres el riesgo
de ofenderles y que decidan
venir a visitarte por la noche.
Hay que dejarles su taza de café,
su cigarrillo si fuman,
su libro de poemas 
abierto por la página indicada.
Hay que depositar el beso 
en la mejilla descarnada y fría;
ponerles su canción,
abrazar el retrato de su ausencia
para que no sea presente.
Apartar los espejos 
para que ellos no sepan 
que no existen
nada más que en tu mano,
que les da de comer 
y les cepilla el pelo sobre la calavera.
Sobre todo, 
que no vengan por la noche,
que no adivinen nunca 
que tú eres su fantasma.


Pajarillo

He llorado en sueños 
porque he soñado que volaba
pero tan sólo era 
un pajarillo en las fauces de un gato.

He oído una voz
y he sentido el abrazo cálido
de una mano 
que me dejaba de nuevo en mi nido
con un ala rota. 

He llorado soñando 
con esa mano, esa voz...
incluso con ese gato que tal vez 
sólo tenía hambre o un instinto frustrado.

Y he llorado porque tengo miedo
a no saber 
cuándo podré volver a volar. 

Regresión

No regreso al pasado 
salvo en contadas ocasiones
-una anécdota, un suceso 
que contarle a mi hija-
y siempre sin nostalgia. 
No me sé de memoria
ninguno de mis poemas.
No he vuelto a releer más de una vez
casi ninguno de ellos.
Hoy no soy quien yo era ese día,
ese instante.
¿Qué sentido tiene 
volver a ser quien uno ya no es
pero aún sigue siendo sin saber? 

Y, sin embargo, lo recuerdo todo.