Apurados zombis que caminan deprisa rumbo a sus trabajos de zombi, turistas con ojos de sueño y cara de descubrimiento, grupitos de jóvenes (o ya no tanto, chicos: la vida pasa deprisa) camino de la universidad. Olor de provisionalidad en los perfumes que se van mezclando al paso de la gente. Aquí, mucho más si es Madrid, todo el mundo está de paso, hacia alguna parte o hacia "Nowhereland", pero de paso.
Sólo falta una cosa para llegar al patetismo: una buena, larga y cursi despedida en el andén... Suerte que los trenes modernos, con sus controles de seguridad, sus policías y sus azafatas nos ahorran hasta las despedidas.
Y, además, esto no es un poema.
©Santiago Pérez Merlo
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