que se aleja, el sollozo
de un niño a media noche,
el lamento de un ave atrapada
en una jaula -y lo llamamos trino-,
el frenazo del coche que no puede
evitar el atropello.
Una misa de difunto o una
sinfonía de Mahler.
El crujido de un hueso
que se rompe, una mano
que golpea en un rostro indefenso.
El aullido de un perro
que ha perdido a su amo
en mitad de la noche.
Y sin embargo a veces,
el sonido más triste
es el silencio.
©Santiago Pérez Merlo
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