otea el horizonte.
El temblor de la tierra que te asusta
no es una estampida,
no hay linces, no son lobos.
Son solamente miles de conejos como tú,
que corren asustados
porque no hay cazador y temen
a lo que no se ve.
Un águila, en el cielo,
planea divertida...
pero nadie lo advierte.
©Santiago Pérez Merlo
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