Discúlpeme

No se asuste, señora, no soy
en realidad un sátiro
ni busco recrearme
en la concupiscencia.
No me mueven
los más bajos instintos
ni pretendo que piense
que me ha poseído la lujuria.
Al contrario, me esfuerzo
por conquistar su alma,
descubrir
las más profundas simas
de su mente
y volar hasta alcanzar
su espíritu,
elevado sin duda...
Tanto, que este pobre mortal
solo consigue
desear su cuerpo,
rogar que usted me mire

con esa mirada.

©Santiago Pérez Merlo

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