Cajas

Colocas en el centro del jardín
libros, cuadros, partituras,
cuadernos y libretas
a medio rellenar.
La pila crece
hacia arriba y a lo ancho.
La gasolina moja
papeles y portadas, espirales, cartonés…
De pronto todo arde.
Se acabó. Un puñado de cenizas
y pavesas que viajan
llevándose rescoldos de quien fuiste.


Ahora vuelves a la casa y ves
las cajas vacías. La etiqueta
“mudanzas y transportes”.
Y, cuidadosamente, las precintas,
como si contuvieran
cristales de bohemia o porcelanas.
Pero nada contienen.
O eso te repites mientras sigues apilando
los montones de cajas
llenas de aire
que pesan como losas,
como sacos enormes 
de ceniza mojada.

©Santiago Pérez Merlo

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