las zanahorias pero el burrito sigue
haciendo su trabajo.
Va tirando del carro con su trote feliz
mientras su dueño,
cansado, cabizbajo y pensativo,
piensa qué pensará el pobre animal
para estar tan contento.
El buen hombre no sabe
que el burrito no es burro y que conoce
los problemas del amo.
Pero sabe también,
porque no es burro –dijimos-,
que el carro viene lleno
de uvas, de manzanas,
de alhelíes y rosas y alhucemas
que serán su alimento
y su cama mañana.
El borriquillo sueña, sin aflojar el paso,
que se llama Platero y que su dueño
le acaricia los lomos
y le escribe poemas y dice
que el burrito es suave,
que se diría todo de algodón
y que es tierno y mimoso igual que un niño,
que una niña.
El borriquillo sabe
que su amo le quiere y que daría
la mitad del jornal para que el asno
se durmiera contento y satisfecho
como tú esta noche.
©Santiago Pérez Merlo
Platero..su ternura.,y la del poeta que lo dibuja.
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