Ave Fénix

A veces te adelgazas
tanto
que me desapareces
y mis ojos te buscan y no ven
y tu voz, ese hilo
invisible
que me ata a la vida,
amenaza romperse
y me tiemblan las manos
y mi pulso parece desbocarse
como diez mil bisontes arrasando
mi vida que agoniza
a punto de apagarse en un latido.
Otras veces estás
a mi lado
y te haces transparente
pero aún puedo verte,
porque te ve mi olfato
y mis manos que tocan
la invisibilidad.

Y de pronto apareces
y te haces corpórea
y piel y hueso y risa
y ojos soñolientos
que vienen de tan lejos
que parece que nunca
se hubieran marchado.

Y es entonces cuando yo
puedo volar.


©Santiago Pérez Merlo

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