Gulliver

El pobre cerrajero de las manos cansadas,
que aprendió a echar cerrojos
en todas las estancias
está parado ahora ante una casa grande, 

enorme, llena de habitaciones
y no encuentra la puerta principal.

El perdido Gulliver,
que no sabía nunca dónde estaba,
se empeñó en hacerse más pequeño
cuando llegó al país de los enanos:
y desapareció de la faz de la tierra.
Se metió por el ojo de una cerradura
de una casa inmensa
que no tenía estancias
y no pudo salir.
Esperaba inútilmente a un cerrajero
que había perdido, hace ya mucho tiempo,

las llaves de la vida.

©Santiago Pérez Merlo
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