Me tendió a medio
gastar
la cajetilla y dijo “quédatelo;
de donde vengo
es más barato y
adonde voy
ya no los
necesito”.
Yo no supe si
sentirme
el príncipe o el
mendigo,
pero acepté el
regalo
y los fumé
despacio,
temiendo que en
alguno
de aquellos
cigarrillos se escondiera
la muerte
o quizás una
promesa
de la felicidad más
absoluta.
Y yo ya no
estuviera para verlo.
Bueno, bueno...de nuevo describe toda una historia que bien podría ser la letra de un bolero o de una canción de Sabina. Me gusta!!!
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