Cierro los ojos e
intento dirigirlos
hacia ese punto
negro que imagino
para llamar al
sueño
tal como me
explicaron que era el modo correcto
de vencer al
insomnio.
No basta con la
oscuridad
de fuera. Hay que
intentar
llevar también la
mente hacia lo oscuro.
Pero no a los
rincones marengos
que a menudo salpican
la vigilia
ni a las lóbregas
cuevas que socavan
la conciencia
adormecida; no:
ha de ser un
negro puro,
ni siquiera la
nada
(porque la nada
es blanca).
Sólo negro.
Es inútil.
Siempre hay
una luz. Más o
menos
brillante. Apenas
una vela
oscilante algunas
veces
o un potente faro
que barre las
esquinas de la almohada
donde tú, barco
zarandeado
perdido a la
deriva,
no sirves ni para
sucumbir
hundido.
Muy bonito, pero algo amargo...transmite inquietud y mucha realidad sobre el insomnio!!!
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