Esperanza

Tiene la edad indefinida y los andares
de quien ha sido castigada, de las mujeres
de existencia difusa que tragaron
con más de un bofetón, pocas caricias
y demasiado alcohol.
Nadie podría decir que es una dama
vista así y conserva sin embargo
una cierta dignidad que nace
muy abajo. No es guapa
pero no puede decirse que sea fea.
Digamos que le falta –o que le sobra-
maquillaje y que su ropa,
imposible combinación de mil armarios
es un collage de buenas prendas
que perdieron su apresto
hace ya muchos años.
Arrastra o empuja alternativamente
un viejo carro de supermercado en el que viajan
pertenencias de otros tiempos y otras manos
y que ella atesora para guardar memoria
de sí misma y de aquellos
a quienes conoció y que ahora se han visto reducidos
a una vieja muñeca, un reloj sin agujas,
unas cajas oxidadas de latón que a saber lo que guardan,
unos libros usados, postales de pinturas
que cuelgan en museos ostentosos,
mantas frías desechadas por hoteles de lujo,
unas cuantas botellas ya vacías…

Al cruzarse contigo,
guiña un ojo y a la vez
te tira un beso
más tierno que procaz,
más “¡auxilio!” que provocación,
con cierta y entrañable picardía.

Tu sonrisa se ensancha
en una mueca triste:
es ella. Es ella quien te guiña
y quien te tira un beso
cargado de miseria,
pero un beso al fin y al cabo:
es la vida.

©Santiago Pérez Merlo

2 comentarios:

  1. Magnífico. Mezcla de metáfora y realidad a la vez. Un cóctel muy difícil. Yo no sé que virtud es esa jaja. Jolin!..Enhorabuena!!!! Abrazo Santiago.

    ResponderEliminar
  2. Puffff, Santiago. ¡Como creces como poeta!!!!. Cómo es posible q puedas escribir un poema que podria desglosarse en una novela??.Argumento le sobra. Es buenísimo, realmente genial!!!!

    ResponderEliminar