Es como vomitar al día siguiente.
La náusea incontenible,
el dolor de cabeza y ya sabes
que tienes que expulsarlo, que no
aguantas
tanto veneno dentro.
Y salen con la bilis
las mezclas imposibles,
las muchas tonterías que dijiste,
lo no dicho también
-olvidado o escondido en el único pliegue
lúcido del cerebro-.
Después,
el mal sabor de boca, no volverá a ocurrir,
¿haría
bien anoche en dar (o no) ese beso?.
Quince, veinte minutos malos
después de tantas horas
acumulando en tu interior
todo eso que ahora
sale sin más,
tal vez
una pequeña ayuda
de
los dedos
rascando el interior de la garganta.
Y luego vomitar: escribir
el poema.
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