Bellas Artes

Mi cuerpo, pobre cuerpo que va
gastándose en silencio,
no se mueve al compás de ningún ritmo
que no sea el impenitente
gotear de la clepsidra.

No están hechas mis manos
para edificar: apenas si proyecto
palacios infantiles en las crestas de las olas
y quisiera tender puentes
que salvaran océanos.

No están hechas tampoco
para modelar el barro
ni el mármol ni la piedra: de mis manos
no nacen sino alientos
cuando buscan a ciegas.

No sostengo pinceles ni mancillo
lienzos, techos, paredes.
Los colores no brotan de mis manos grises
por mucho que lo intente.

Mis manos desafinan al posarse
en cualquier instrumento y mi voz
desafía a los infiernos
como si una bandada de buitres
hubiera descubierto
el cementerio de los elefantes.

Cuando tomo una pluma,
mi letra se asemeja a la de un niño
zurdo que hubiera sido
obligado a escribir con la derecha
y lo que escribo… bueno,
ya sabéis lo que escribo.

Mis manos no nacieron para las bellas artes.
Sin embargo, parecieran volar
cuando se posan
en tu cuerpo desnudo y lo convierten
en la más bella creación del Universo.

©Santiago Pérez Merlo

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