Morir

Hay días que parece que la muerte
se te metiera dentro y no pudieras
pensar en otra cosa.
Días de terremotos, de atentados,
de noticias de muerte de algún primo lejano
o de un amigo de esos virtuales
(me acuerdo de José. Y de Jacobo).
Esos días oscuros no se puede evitar
que el pensamiento se desboque y viajas
hasta tu propio fin y te imaginas
no ya tú yo cadáver, que eso es lo de menos,
sino las cosas que se quedan atrás 
o a medio hacer.
Porque piensas en primer lugar 
que la muerte podría pillarte hoy,
desprevenido y solo (como suele pillarnos,  
con un poco de suerte).
Y piensas en el libro que dejarás a medias,
en el último rato -más, si no fue agradable-
que pasaste con tu hija o en el avión aquel 
que no llegaste a coger...
Y piensas qué será de los tuyos;
quién cuidará a tu perro, por ejemplo,
o quién dirá que has muerto
a esa buena mujer a quien tanto le importas 
pero nadie lo sabe...

Una cosa de bueno sí tienen esos días:
sirven para respirar hondo y mirarte al espejo y sentir
que hoy estás vivo. Y que sólo te asusta la muerte 
porque tienes vida.

©Santiago Pérez Merlo

4 comentarios:

  1. Es la única certeza que tenemos cuando llegamos al mundo: existe fecha de caducidad. "Nuestras vidas son los ríos" lo expresa con gran claridad.

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  2. Santiago , enhorabuena.
    Escribes bien y a la vez distinto y sentido .
    No dejes de hacerlo nunca. Porque leerte es un placer. Lo comparto.Fantástico.

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  3. Puaffff, Santiago...este es como un puñetazo en el estómago!!! No se pueden expresar mejor esos pensamientos y sentimientos q todos tenemos en algún momento de nuestra vida. ¡¡¡Muy bueno!!!

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  4. Pura filosofía de la vida...Muy bueno!!!

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