Y yo no veo más luz
que la que sale de ti: justo
la que a ti te cuesta tanto ver.
Pero no existe otra. Nada más
alumbra mi camino
que es todo oscuridad
si tú no me lo alumbras...
Y aún así, a veces -demasiadas veces-,
mis ojos se cierran solos y no ven.
Porque no ven mis ojos
si mis manos no te tocan.
Soy un ciego sin bastón
ni perro lazarillo.
©Santiago Pérez Merlo
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