Todas las religiones
se alimentan del miedo.
El odio al diferente
es miedo.
La guerra entre los
hombres
la enardece el
miedo.
La culpa que
sentimos
es miedo.
Las vendas que
ponemos
a las propias
heridas
y a las de nuestros
hijos
son nada más que
miedo.
Miedo, miedo atávico
al dolor,
a sufrir y a que
sufran. Miedo
a volar demasiado
alto
y que sea más dura
la caída.
Miedo al amor. Y al
desamor.
Y miedo a la rutina
y miedo a la sorpresa.
Miedo a necesitar
la presencia de otro
como aire
porque eso nos
vuelve
débiles,
vulnerables...
Y el débil tiene
miedo.
Es el miedo el
demiurgo
que gobierna la vida
de los hombres.
El amor es un digno
rival, no cabe duda...
Pero no es
suficiente.
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