El arqueólogo

Primero hay que encontrarla, separarla
de la tierra y de la broza,
de los huesos de los muertos que enterramos
y de los que, inevitablemente,
nos vamos encontrando escarbando
y excavando
cada
vez
más
hondo.
Dejar a un lado también lo que parecen
restos importantes, memoria de otro tiempo
y no son más que estorbos, bagatelas.
Después habrá que aislarla,
delimitar sus formas, sus contornos,
el alcance del hallazgo y su tamaño
para limpiarla, apartar con el pincel
los restos de suciedad,
el polvo que la opaca.
Ahora está lista. Y es nuestra.
Sujetarla con cuidado:
es delicada, es frágil y es valiosa.
Ponerla junto al resto
de palabras.
Y terminar
el poema.

©Santiago Pérez Merlo

2 comentarios:

  1. Genial, Santiago. Se te da genial llevar al lector por una linea de pensamiento y en último momento, cambiar y terminar de forma sorprendente...Enhorabuena!

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