La herida

La herida que parecía cerrada
se abre, empieza a supurar y sientes
que se escapan por allí el aliento,
la música que había comenzado a sonar,
el aroma de las flores que cortaste.
Te asustas al principio pero notas
una mano que se posa dulcemente,
que no teme la sangre,
intentas apartarla pero insiste
y la dejas hacer.
Unos ojos te miran aunque tú
tienes la vista fija en esa mano.
La música suena de nuevo en tu cabeza
las flores vuelven a tener su aroma
y el aire regresa a tus pulmones.
La herida se ha cerrado.

Y quizá para siempre

©Santiago Pérez Merlo

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