No me pidas que te escriba versos.
Nunca me gustaron los deberes
de la escuela,
menos aún los conyugales
y no digamos
las obligaciones con el fisco.
Y nunca tuve a tiempo
el dichoso informe
de las doce menos veinte.
Cuando quiera escribirte,
lo haré: no te preocupes.
De nada servirá que me exprima
ahora los sesos
buscándote metáforas e hipérboles
que alaben lo profundo de tus ojos,
la sensualidad de tu sonrisa,
lo esbelto de tu figura
y lo increíblemente bella
que resultas cuando miras
el fuego crepitar entre mis brazos…
¿Lo ves? Sólo me salen tópicos
de escenas ni siquiera vividas,
vanas ilusiones de lo que podría ser
si me dejas seguir a mi ritmo,
sin plazos ni tareas
extra sentimentales,
numeritos de circo de poetas
vestidos de payaso
y haciendo malabares a ver
si te devuelven la sonrisa.
Cuando pueda escribirte
lo haré: no te preocupes…
Tan sólo necesito
pensar en ti,
saberte,
saber que eres real
y no esa fatua imagen
que dibujan las llamas
y no deja de mirarme.
©Santiago Pérez Merlo
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