Veo una muñeca rota en una alacena.
Y una mujer libre.
Y una matrioska que ningún carpintero
ha podido modelar aún.
Veo un arlequín
y un polichinela.
Veo una niña pequeña
y una mujer madura.
Veo una araña en la esquina más alta
y a la mosca atrapada en su red.
Veo una mirada asustada
y otra desafiante.
Veo una risa
y veo un llanto. Veo
una pasión desbordada
y un recogimiento.
Veo a una guerrillera
y a una monja de clausura.
Veo lo valientes
que a veces son
algunas cobardías…
(Y viceversa).
Veo una cometa y veo el hilo.
Veo un castillo de arena
y una ola.
Y una mujer libre.
Y una matrioska que ningún carpintero
ha podido modelar aún.
Veo un arlequín
y un polichinela.
Veo una niña pequeña
y una mujer madura.
Veo una araña en la esquina más alta
y a la mosca atrapada en su red.
Veo una mirada asustada
y otra desafiante.
Veo una risa
y veo un llanto. Veo
una pasión desbordada
y un recogimiento.
Veo a una guerrillera
y a una monja de clausura.
Veo lo valientes
que a veces son
algunas cobardías…
(Y viceversa).
Veo una cometa y veo el hilo.
Veo un castillo de arena
y una ola.
Veo la vida. Veo mi vida.
Veo el infinito.
Precioso poema, Santiago!!!. Todas las contradiciones de cualquier ser humano. No dejes de escribir nunca 👏👏🌼🌼🌼
ResponderEliminarMuchas gracias, Gimm. ¡Cuánto tiempo sin “verla” 😉😊😘
ResponderEliminarIntentaremos retomar... 😊😍
ResponderEliminar