Se aprende a decir te quiero,
pero hay que aprender
también a escucharlo.
Se aprende a extrañar a quienes,
del modo que sea,
no están ya más entre nosotros.
Se aprende a desear -no: no es innato-
y a eludir el deseo.
Se aprende
que “tu rostro mañana” (*), ni el mío,
ni el de nadie
tiene por qué parecerse al de hoy;
ni ser diferente: ¿quién
sabe con certeza cuál será?
Pero hay también
que desaprender algunas cosas:
un te quiero no siempre es necesario,
una caricia no es siempre un cuidado…
Un deseo de ayer,
pero hay que aprender
también a escucharlo.
Se aprende a extrañar a quienes,
del modo que sea,
no están ya más entre nosotros.
Se aprende a desear -no: no es innato-
y a eludir el deseo.
Se aprende
que “tu rostro mañana” (*), ni el mío,
ni el de nadie
tiene por qué parecerse al de hoy;
ni ser diferente: ¿quién
sabe con certeza cuál será?
Pero hay también
que desaprender algunas cosas:
un te quiero no siempre es necesario,
una caricia no es siempre un cuidado…
Un deseo de ayer,
un te echo de menos de mañana
es a veces
mejor que una promesa.
Siempre aprendemos mal
los tiempos verbales.
No hemos desaprendido apenas nada.
Y no se puede aprender sin olvidar.
es a veces
mejor que una promesa.
Siempre aprendemos mal
los tiempos verbales.
No hemos desaprendido apenas nada.
Y no se puede aprender sin olvidar.
(*) Gracias, Javier Marías; gracias, William Shakespeare. Siempre.
Me ha encantado!!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Paz 🤗
EliminarGracias Sr.Merlo
ResponderEliminarMuchas gracias, “Anónimo”… solo una persona (muy especial, por cierto) me llama “Sr. Merlo”, pero mantendremos el secreto 🙊😅😂🥰🥰
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