Cuerdas

En la mano que arde sostengo
la humedecida soga
-dura, gruesa, esparto que hiere-

de los miedos, las angustias, el silencio
que no rompe el rumor de olas lejanas
y que a pesar de todo
me mantiene con vida en este suelo
de arenas movedizas, lodazales y charcos
en los que sobrevivo
cada día.


En la otra, finamente cortada,
(una delgada línea que parte
en dos la mano)
sujeto a duras penas el hilo escurridizo
-de nylon, transparente, apenas
perceptible-
que me amarra a la cometa de los sueños,
los anhelos, la esperanza que vuela
cada vez más arriba y que se pierde
entre nubes.

No hay cuerda tan suave
que no hiera las manos 
que la aferran.

©Santiago Pérez Merlo



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