Fue

"... Donde penas y dichas no sean más que nombres,
Cielo y tierra nativos en torno de un recuerdo;
Donde al fin quede libre sin saberlo yo mismo,
Disuelto en niebla, ausencia,
Ausencia leve como carne de niño.

Allá, allá lejos;
Donde habite el olvido."
 
(Luis Cernuda) 
 
Olvídalo. 
O recuérdalo igual que se recuerdan
las cosas que ya no celebramos:
los primeros besos -tan lejanos ya-,
el viaje aquel que hiciste con quien luego odiaste,
la tarde-noche en aquella terraza 
que cerraron hace años…
Cuando aún recordado,
guardado en el cajón desastre de los días 
que acaso reverberan como mucho
en algún sueño que nos desorienta,
lo ocurrido ha dejado de existir. 
Pervive, sí, como la memoria oscura 
de aquellos que fuimos hace tanto, 
no renegamos de ello, pero a todos los efectos
su presencia es idéntica al olvido;
pertenece a ese tiempo que no alcanza siquiera
para una alegre tarde recordando 
los besos perdidos, las risas espontáneas,
los cafés, los cigarros, los amigos que fueron,
aquella cena con velas no sé dónde…

Olvídalo. 
O recuérdalo igual que se recuerdan 
las cosas que vivirán eternamente 
“donde habite el olvido”.

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