No hizo falta ninguna poción.
Ni un experimento.
En cada tic-tac, poco a poco,
se fue haciendo invisible:
desvaneciéndose como un suspiro,
una gota de agua al retirarse el mar…
Perdió también la voz.
Ni él mismo se veía ni se hablaba.
Dejó de existir. Sin más.
Como dejan de vivir
los sueños cuando llega el día.
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