Equilibrista

Hay un horizonte donde el corazón 
del equilibrista posa su mirada.
Begoña Iturralde 


Quiero creer que sí, que allá adelante
hay, si no un horizonte, 
al menos una plataforma
en la que descansar, una tarima
donde dejar de sentir 
el alambre clavándose 
en las plantas de los pies. 

Sostengo mi pértiga y quiero
mantener la vista al frente, 
tratando de atisbar ese amanecer…
Pero no puedo evitar 
volver la vista atrás, mirando
por encima de mi hombro para ver 
cómo de lejos queda de donde salí, 
si aún es posible regresar.

Es entonces cuando ya no hay remedio:
pierdo el equilibrio y caigo. 
Y sólo hay abismo. 

Ojalá que hubiera un corazón 
en el horizonte de este equilibrista.

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