Odios sordos

La patente de corso,
el (supuesto, presupuesto) poder
de abrir la boca y conseguir
que la gente se hinque de rodillas,
que asistan boquiabiertas al fiasco,
la pirotecnia,
como si fuera la palabra sagrada.
La envidia mal disimulada
de los envidiosos
y de los que aseguran no serlo.
La adulación, la entrega sin mesura
a los falsos profetas
(¿o eran falsos poetas?).

Y el rencor de quienes dicen
que ellos no, que ellos nunca
y afilan los puñales, las plumas, la palabra
venganza y la venganza.
El odio, en fin, disfrazado
de amor y de bondad,
el más dañino, el más irracional,
el más incontrolable:
ese que vive en vuestros corazones
esperando la mínima migaja
para hacerse más fuerte;
el que despierta, a veces, en el mío,
el que nos hace odiar a los odiosos.

©Santiago Pérez Merlo

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